En los anaqueles de mi modesta biblioteca gozan de muy buena posición los anuarios. Tiendo la vista y elijo el correspondiente a los años cuarenta y cincuenta. Decido releer las características del cine de entonces. La pantalla se ilumina y aparece la esplendorosa figura y extraordinaria belleza de una actriz que despertaba pasiones entre hombres y mujeres: Hedy Lamarr.
Nacida en Viena, la actriz hizo rápidamente carrera en Hollywood. Fue catalogada muy pronto como la mujer más bella del cine. No dudó en hacer el primer desnudo y en Éxtasis simuló el primer orgasmo cinematográfico. Era toda una celebridad. Un día creyó que Víctor Mature le estaba robando cámara -cosa que, debido a su gran tamaño fue siempre un problema- y se quejó a Cecil B. DeMille, director de la película.
Víctor trabaja siempre como si la cámara debiera enfocar sólo su rostro y mi espalda y usted no está utilizando fotografías desde el otro lado. Cecil B. DeMille, dice Hedy Lamarr, supo tranquilizarme sobre ese punto: "¿Cree que en América habrá muchos hombres que van a preferir mirarle la cara a Víctor Mature y no las nalgas a usted?".
Mi pregunta es la siguiente: ¿qué hubiera pasado actualmente con la respuesta dada por el señor DeMille a HL? Mi admirado Fernando Savater, por ejemplo, habría respondido que la dictadura del puritanismo femenino lo habría sometido a tortura en los telediarios y en las tertulias televisadas. Sin tener en cuenta que la señora Lamarr había comprendido perfectamente lo relacionado con el enfoque de la cámara.
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