Blog de Manolo de la Torre


Entrenador de fútbol, ha ejercido la profesión 19 temporadas. Escritor en periódicos,
ha publicado una columna diaria, durante dos décadas, en tres periódicos ceutíes.

jueves, 23 de agosto de 2018

Lopera, y confesiones de un conocido

Desde que fue nombrada delegada del Gobierno supe que Salvadora Mateos, Ory para los amigos, tenía ya decidido quién iba a ser el próximo director territorial del Ingesa en Ceuta. Así que no me causó sorpresa alguna cuando salió a relucir el nombre de Jesús Ignacio Lopera Flores. Es más, nunca abrigué la menor duda. A pesar de que pasaban los días y no se producía la presentación oficial. Mi fe en tan acertada elección estaba basada en el conocimiento que tengo del Médico especialista en medicina intensiva del Hospital Universitario. A quien le vi actuar cuando un familiar mío estuvo a punto de irse a ese lugar del cual nunca se vuelve. Y también cuando durante dos noches seguidas estuvo siempre atento a darme a mí ánimos suficientes para salir de un trance nunca agradable y en horas donde los miedos invaden incluso a quienes optan por afrontar con valor el problema. El martes pasado, al fin, el señor Lopera tomó posesión de su cargo. En el cual estuvo ya muchos años.

Y hablando de asuntos sobre la salud debo decir que ayer me abordó una persona a quien conozco desde el año de la pera, aunque nunca llegamos a tener relaciones fluidas, para preguntarme por cómo me encontraba... Y le dije que bien. Pronto me di cuenta de que estaba deseando contarme sus cuitas. Así que tras algunas vacilaciones fue al grano. Desde que tuve el aviso cardiaco, me dijo, me impusieron un régimen draconiano. Nada de grasa, nada de sal, nada de alcohol excepto un vasito de vino tinto con  el queso. ¡Qué depresión! La idea de que tenía que privarme de todo a mi edad para tener una oportunidad de envejecer vivo me parecía absurda. Y te juro, Manolo, que, durante un tiempo, me dije: prefiero cascar en seguida que vivir como un asceta. Así que obraba como un niño. Comiendo lo indebido y hasta bebiendo... Un día me levanté muy de mañana y me fui andando sin rumbo fijo. Fue entonces cuando me di cuenta de mi infantilismo. A partir de ese momento recuperé mi deseo de mantener la costumbre de vivir. Mi respuesta, créanme, fue la siguiente: de momento, ya le has ganado la partida a Tánatos.









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