Blog de Manolo de la Torre


Entrenador de fútbol, ha ejercido la profesión 19 temporadas. Escritor en periódicos,
ha publicado una columna diaria, durante dos décadas, en tres periódicos ceutíes.

viernes, 31 de agosto de 2018

Envejecer

Hay momentos en los que un amigo que ha cumplido ya sesenta tacos o algunos más, tiene a bien contarme sus achaques; sabedor de que yo lo escucharé atentamente. Así que me los enumera a la par que me pone al tanto de cómo los viene combatiendo por prescripción facultativa. Que si el colesterol, que si la hipertensión, que si los triglicéridos, que si el azúcar... Y hasta he llegado a aprenderme de memoria los nombres de los medicamentos.

La última vez que hablamos al respecto, ayer o anteayer, que para el caso es lo mismo, mi amigo, después de recordarme sus alifafes, me dijo que estaba seguro de que había una pastilla en su tratamiento que le sentaba como un tiro. Y que había decidido no ingerirla. Yo me limité a indicarle que fuera a su médico de cabecera antes de tomar semejante decisión. Y movió la cabeza en señal de negación. Como si no tuviera mucha fe en los profesionales de la medicina. Craso error.

Mi amigo me dijo, tal vez para cambiar de asunto, que a él le gustaría llegar a mi edad como yo he llegado. Que no dudaría en firmar donde hubiera que hacerlo para envejecer como yo. Y, durante unos minutos, me estuvo regalando el oído. Y acabó haciéndome la pregunta que yo esperaba: "¿Cómo te conservas tan bien?"

Habiendo aceptado hace ya mucho tiempo que envejecer es un proceso inexorable del que a mí me asusta, como a casi todo el mundo, más aún que el resultado, el proceso en sí. La vejez, creo que se lo oí decir un día a Antonio Gala, que es su final, no irrumpe: se va instalando solapada en nosotros, se va haciendo nosotros. Y uno, si no es tonto o no quiere admitirlo, asume ese dicho que reza así: los años no pasan en balde para nadie. 

Ser viejo no es ningún drama. Lo doloroso está en el camino que hay que recorrer para serlo. Y, dado que es inevitable, basta vivir ese trecho tan difícil de la vida. Y, a ser posible, mejorar en todos los aspectos. Sería un fracaso no hacerlo o, al menos, intentarlo. En mi caso, los años me han hecho más cauto.

Envejecer es irse acostumbrando a una nueva vida. Y hay que estar muy dispuesto. Que es la terapia ideal para soportar el deteriorio ocasionado por el transcurrir del tiempo. Al  cual debemos combatir con un entusiasmo desmedido. Y, desde luego, hay que hacerse mayor con gracia y comprensión. Quien envejece así, es siempre joven y como tal será considerado.

Mi amigo no dijo esta boca es mía.







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