Desde el 14 de junio hasta el 15 de julio hemos vivido la fiesta más importante que el fútbol nos ofrece cada cuatro años. Una fiesta magníficamente organizada por las autoridades rusas. Y que debe servir de ejemplo para el próximo país que decida apechugar con la enorme resposabilidad de convertirse en anfitrión de un Mundial, de por sí, un espectáculo, del que sigue siendo el deporte rey. Ganó Francia la final a una Croacia inconmensurable. Dirigida por un futbolista excepcional en todos los sentidos: Modric. Éste, superada la treintena, ha vuelto a demostrar que el mediocampo, zona donde se cuecen las derrotas y se forjan las victorias, es un espacio de tránsito hacia la portería rival. Rakitic también rayó a gran altura.
La Selección Francesa, salvo en el partido contra la Argentina, cuando se vio superada en el marcador, ha tomado muchas precauciones en su juego de ataque. Didier Deschamps, quien ha dado muestras evidentes de tener una personalidad apabullante como director de un plan táctico asumido en consonancia con las cualidades de sus jugadores, nunca les ha permitido a éstos que tomaran decisiones sin orden ni concierto. Lo cual no quiere decir que les tuviera prohibido echar mano de la imaginación a quienes podían hacerlo. Griezman, Pogba, Mabppé... Sabedores ellos que contaban con compañeros laboriosos y expertos en recuperar balones, evitando a su vez la ruptura de un bloque que llegó a ser granítico.
N'Golo Kanté. Durante el Mundial he seguido sus actuaciones con especial interés. Y siempre dije lo mucho que disfrutaba viéndole jugar de mediocentro como mandan los cánones de este deporte. Incluso hablé del paralelismo existente entre él y Makelele. Y, desde luego, no me he cortado lo más mínimo en darle categoría de estrella entre las estrellas que han participado en tan grande acontecimiento deportivo. Ayer, sin embargo, nada más comenzar el partido me percaté de que Kanté estaba sufriendo lo indecible por estar situado en el costado izquierdo de la medular para marcar a Modric. Semejante error le pudo costar muy caro a Deschamps. Y así lo publiqué ayer por la noche, recién terminado el partido.
Mbappeé. Conducir el balón a la velocidad que lo hace el jugador francés, dirigiendo sus pasos hacia el marco contrario, es un regalo para la vista. Acciones que emprende desde su propio campo en bastantes ocasiones. Sus compañeros saben que el joven jugador es el mejor aliado que tienen para tomarse un respiro y sobre todo para meterles el miedo en el cuerpo a sus rivales. Mbppeé, debido a sus cualidades físicas -esto es, potencia respaldada, lógicamente, por un buen aporte de resistencia-, es tan buen defensor como peligroso atacante. Mabppeé no es Pelé, como dijo José Antonio Camacho hace nada en tono peyorativo. Pero es que no le hace falta serlo. Otra cosa es que se le cruce una desgracia en su camino y se quede en lo que pudo ser y no fue. Eso sí, lo que nadie puede negarle es su glorioso presente.
Raphaël Varane. Tiene 25 años y ha ganado ya 16 títulos de suma importancia. Lleva desde el 2011 en el Madrid y es capitán de la Selección Francesa. Por consiguiente, no hace falta enumerar todo lo que ha conseguido este defensa. Varane mide 1,92. Es veloz, muy veloz; de piernas longuilíneas. A pesar de ello es propenso a roturas de fibras. Es una garantía en su puesto. Como jugador del Madrid ha habido momentos donde se ha dudado de su rendimiento por parte de quienes están convencidos de que son españoles los mejores centrales. El Mundial, sin embargo, nos ha permitido comprobar lo bien que le ha sentado a Varane jugar con Umtiti. Debido a que el jugador azulgrana es zurdo. Y por tal motivo la distribución racional de ambos en el terreno de juego les ha beneficiado.
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