Blog de Manolo de la Torre


Entrenador de fútbol, ha ejercido la profesión 19 temporadas. Escritor en periódicos,
ha publicado una columna diaria, durante dos décadas, en tres periódicos ceutíes.

jueves, 26 de julio de 2018

Otra batalla campal fronteriza

 El 12 de octubre de 1995, fecha que no olvidaré en mi vida, dos centenares de inmigrantes africanos, que ocupaban los bajos de las Murallas Reales, se rebelaron contras las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad porque anhelaban cruzar el Estrecho cuanto antes para llegar al país de la Unión Europea que habían elegido. La batalla campal, como no podía ser de otra manera, dejó heridos graves y menos graves. Y, naturalmente, la sensación de que el flujo migratorio iba ya a ser una constante en Ceuta.

A Luis Vicente Moro, siendo delegado del Gobierno en Ceuta, le preguntaron un día acerca del fenómeno de la inmigración. Y su respuesta fue tan clara como acertada: "La televisión es el mejor reclamo para que sigan llegando inmigrantes". Y España, que en tiempo no tan lejanos fue un país de inmigración, volvió a serlo de emigración, para convertirse de nuevo en tierra de inmigrantes. Y lo será, mucho más, desde que Grande Marlaska, ministro del Interior, proclamó a los cuatro vientos su deseo de quitar las concertinas de las vallas de Ceuta.

Nada extraño es que la sensibilidad mostrada por el ministro socialista haya llegado hasta países tan lejanos como Kenia, Sambia, Ghana y Senegal. Y, sobre todo, a cuantas personas esperan en territorio marroquí el momento de cruzar la frontera por las bravas. Es lo que ha ocurrido hoy. Y lo dramático es que los inmigrantes, tras ese posible efecto llamada, se han presentado armados para combatir a quienes les corresponde defender esa valla fronteriza.

Y lo han hecho pertrechados, según nos informan, de cal viva, excrementos y orinas; radiales, cizallas, mazos, lanzallamas caseros y piedras. Y se ha producido una batalla campal que nos obliga a pensar que no será la última. Una violencia nunca antes vista, según nos ha dicho la Guardia Civil. En una sociedad democrática el límite de la tolerancia es el Código Penal, donde se castigan no formas de pensar, de ser o de opinar, sino actos u omisiones dañosas, lesivas contra los derechos de los demás" (Francisco Tomás y Valiente).

A propósito, recomiendo la lectura de La fuerza de los pocos.





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