Leo a un articulista que cuenta lo ocurrido, según él, en el Mundial de Rusia, en relación con el ya conocido como 'caso Julen Lopetegui'. Así que trataré de resumir su escrito. Aunque contando lo fundamental de su opinión. La cual no deja de ser un ejercicio extraordinario de conocimiento de la mente de quienes han formado parte de un lío deportivo cuyas consecuencias seguirán saliendo a la palestra.
El articulista piensa que Florentino Pérez, que tiene fichado a Lopetegui, se pone nervioso por estar convencido de que España será un desastre. Y el presidente no puede permitirse el lujo de poner el equipo en las manos de un perdedor. Y decide anunciar su contratación. Consciente de que ello puede sacar de quicio a Rubiales. En relación con JL, lo normal es que éste llegara a la siguiente conclusión: si me echan y España fracasa, se acordarán de mí. Pero si el Mundial no se me da bien a ver con qué cara me presento yo en Valdebebas.
Las dudas acerca del rendimiento de los jugadores seleccionados se habían instalado en la cabeza de Lopetegui hacía ya cierto tiempo. De modo que al seleccionador sólo le tocaba esperar la reacción del presidente de la Real Federación Española de Fútbol cuando se le comunicara su fichaje por el Madrid. Para darse el piro deprisa y corriendo, si acaso éste salía bramando contra su persona. Hasta aquí he relatado la parte que he espigado de lo contado por el articulista.
A partir de ahora es cosecha mía todo lo que diga. Y, naturalmente, también está basada en la invención. A Luis Rubiales, en principio, no le pareció mal que el seleccionador hubiera llegado a un acuerdo con el Madrid. Pero alguien metió baza para ganar dividendos en la disputa. Y el presidente de la RFEF perdió el oremus y dio el cante. Se sulfuró y quedó expuesto a todos los vientos como la flor del vilano. Actitud que desencadenó un escándalo mayúsculo.
El director técnico, Fernando Hierro, cuya discusión con Lopetegui no se ha hecho pública, en cuanto el presidente le pidió ayuda para resolver tan grande problema, lo primero que hizo fue ofrecerse para dirigir a los seleccionados. Y Rubiales aprovechó la ocasión para airear la decisión tomada por su hombre de confianza. Cuyo amor a los colores de España era evidente. Y así, entre habladurías, comenzó el Mundial de Fútbol y nuestra Selección no dio la talla.
Resumiendo: Fernando Hierro, como humano que es, vio que se le presentaba la ocasión de su vida como seleccionador. Y no dudó en postularse para el cargo. Confiando ciegamente en unos jugadores que, en casos así, no dudan en ponerse de parte del primero que llega. El envite, sin duda, era arriesgado. Una apuesta que podía situarlo en la cresta de la ola como entrenador. O bien hacerle pasar un mal trago. Ocurrió lo segundo. Desgraciadamente. Y la mejor solución ha sido dimitir de su cargo en la RFEF. O sea.
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