El 1 de marzo de 1979 se celebraron las primeras elecciones generales de España desde la promulgación de la Constitución. La UCD con Adolfo Suárez al frente consiguió una amplia mayoría. Fue la primera vez que yo voté y la última que lo hice a favor de la derecha española. Pues los socialistas me ganaron para su causa desde 1982. AS gozaba del obligado arte de la seducción pública. Representaba el atractivo de un hombre valeroso de derechas, un modelo de clase media, que bien podría pasar por ser un empleado de unos grandes almacenes. Y con un modo excepcional de sonrisa y de abrazos.
Yo creo que Javier Arenas, cuando era conocido como el Niño Arenas y se afilió a la UCD, lo primero que deseó es poder cautivar a la gente como lo hacía Adolfo Suárez. Y a ello dedicó mucho tiempo. Amparándose en algo tan sencillo como cierto: es más fácil ser agradable que desagradable. Y a fe que lo logró. Y así lo reconoció José Antonio Labordeta, cantautor y político. Quien lo definió de tal guisa: "Siendo miembro de un partido nada "saludador", siempre te paraba y, sonriente, te preguntaba por temas que, aunque desconocieras, agradecía que alguien de ese corro pensara en tí".
Yo conocí a Javier Arenas, personalmente, cuando vino a presidir la primera investidura de Juan Vivas como alcalde. De la cual hace ya la tira de años. Tantos como para desgastar a cualquier político que tuviera incluso el talento de Winston Churchill. Que no es el caso, desgraciadamente. Y pude enterarme de lo que dijo Arenas en relación al acto que iba a presidir. Sus palabras le salieron preñadas de ironía. Esa burla fina que tan bien maneja el político nacido en Olvera y que le vale para alternar entre afines. Y a mí me dio por publicarlas en el periódico donde prestaba entonces mis servicios. Así que logré enfadarlo. Lo cual no era mi intención.
De Javier Arenas es posible decir, sin temor a errar, que tuvo que prescindir de los pantalones cortos para ocupar un cargo político. Así que lo ha sido casi todo en la política. Aunque siempre se recordará la extraordinaria labor realizada como ministro de Trabajo y Asuntos Sociales en 1996. En su debe está el que le haya sido imposible lograr ser presidente de la Junta de Andalucía. Todo no se puede tener. Lo que no entiendo es cómo alguien que llegó a la política siendo un niño haya jugado tan mal sus cartas en las recién terminadas primarias de su partido.
Perdonable es, porque a veces a uno le pierde la confianza, que Javier Arenas hubiera olvidado en esta ocasión, algo tan importante y que reza así: "Si te dedicas a la política y no sabes, en cuanto entras en una habitación, quién está contigo y quién contra ti, búscate otro oficio". Pero lo que no entiendo, bajo ningún concepto, es que alguien que lleva en política desde el año de la nana no supiera que venir a Ceuta como valedor de Soraya Sáenz de Santamaría era correr un riesgo indecible.
Yo creo que Javier Arenas, cuando era conocido como el Niño Arenas y se afilió a la UCD, lo primero que deseó es poder cautivar a la gente como lo hacía Adolfo Suárez. Y a ello dedicó mucho tiempo. Amparándose en algo tan sencillo como cierto: es más fácil ser agradable que desagradable. Y a fe que lo logró. Y así lo reconoció José Antonio Labordeta, cantautor y político. Quien lo definió de tal guisa: "Siendo miembro de un partido nada "saludador", siempre te paraba y, sonriente, te preguntaba por temas que, aunque desconocieras, agradecía que alguien de ese corro pensara en tí".
Yo conocí a Javier Arenas, personalmente, cuando vino a presidir la primera investidura de Juan Vivas como alcalde. De la cual hace ya la tira de años. Tantos como para desgastar a cualquier político que tuviera incluso el talento de Winston Churchill. Que no es el caso, desgraciadamente. Y pude enterarme de lo que dijo Arenas en relación al acto que iba a presidir. Sus palabras le salieron preñadas de ironía. Esa burla fina que tan bien maneja el político nacido en Olvera y que le vale para alternar entre afines. Y a mí me dio por publicarlas en el periódico donde prestaba entonces mis servicios. Así que logré enfadarlo. Lo cual no era mi intención.
De Javier Arenas es posible decir, sin temor a errar, que tuvo que prescindir de los pantalones cortos para ocupar un cargo político. Así que lo ha sido casi todo en la política. Aunque siempre se recordará la extraordinaria labor realizada como ministro de Trabajo y Asuntos Sociales en 1996. En su debe está el que le haya sido imposible lograr ser presidente de la Junta de Andalucía. Todo no se puede tener. Lo que no entiendo es cómo alguien que llegó a la política siendo un niño haya jugado tan mal sus cartas en las recién terminadas primarias de su partido.
Perdonable es, porque a veces a uno le pierde la confianza, que Javier Arenas hubiera olvidado en esta ocasión, algo tan importante y que reza así: "Si te dedicas a la política y no sabes, en cuanto entras en una habitación, quién está contigo y quién contra ti, búscate otro oficio". Pero lo que no entiendo, bajo ningún concepto, es que alguien que lleva en política desde el año de la nana no supiera que venir a Ceuta como valedor de Soraya Sáenz de Santamaría era correr un riesgo indecible.
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