Blog de Manolo de la Torre


Entrenador de fútbol, ha ejercido la profesión 19 temporadas. Escritor en periódicos,
ha publicado una columna diaria, durante dos décadas, en tres periódicos ceutíes.

jueves, 21 de junio de 2018

Portugal y España

Ambas selecciones las pasaron putas para ganar sus partidos a las de Marruecos e Irán. Y perdonen el vulgarismo; pero es que tanto portugueses como españoles no merecen siquiera el tan conocido eufemismo de pasarlas canutas. Porque una cosa es jugar mal, pues no todos los días es posible hacerlo bien,  y otra es empecinarse en actuar con un estilo de juego que no hacía mella en sus rivales. Hasta el punto de que tanto marroquíes como iraníes merecieron mejor resultado.

Empezaré opinando de la selección que tiene en Ronaldo Cristiano su panacea. El remedio para todos los males de un equipo que olvido ayer que el contraataque es su abracadabra. El contraataque que exhibieron los portugueses contra España, durante veinte minutos, ha sido, hasta ahora, lo mejor del Mundial.  Fueron contragolpes realizados con despejes orientados hacia los espacios libres o bien pases dados a propósito. Los cuales, de haber estado Guedes entonado, la derrota de España se habría producido.

Frente a la Selección de Marruecos, sin embargo, a los jugadores portugueses les dio por ponerse exquisitos. Y tanto Bernardo Silva -éste se acordó de cómo se juega en el Manchester City- como Moutinho y Joao Mario decidieron jugar en corto y al pie por sistema; sembrando el caos para su equipo en el centro del campo. Con dos perjudicados notablemente. El primero fue William Carvalho. Gran escudo de la defensa que se sumó al espectáculo y acabó desbordado por el juego de sus rivales. Y, claro, terminó sin saber a qué atenerse.

Cristiano Ronaldo, autor de un gol extraordinario, fue la segunda víctima del estilo de juego de sus compañeros. Basado en la combinación en corto; el pase frustrado por su horizontalidad, los regates innecesarios y el deseo permanente de destacar, por medio de la individualidad, dejaron al gigante portugués huérfano de balón a los espacios libres. Y si CR no participa en la medida de lo posible, la Selección Portuguesa queda sometida al dominio de los rivales cual la flor del vilano lo es por el viento.

España. Fernando Hierro sabía sobradamente cómo iba a situarse en el campo la selección dirigida por Carlos Queiroz. Por lo cual le sería imposible a nuestro seleccionador llamarse a engaño de lo ocurrido. Es más, no entiendo que haya críticos que tachen de fútbol primitivo el jugado por la Selección de Irán. Creo que es digno de alabar cómo proceden sus jugadores en el campo. Pues no hacen más que cumplir las órdenes de su técnico con disciplina espartana; y en vista de que los resultados que van obteniendo colman sus aspiraciones, pues miel sobre hojuelas.

La que no dio la talla fue la Selección Española. Que estuvo en un tris de perder dos puntos cuando sus rivales decidieron mirar hacia la portería del tan denostado De Gea. Y lo hicieron sin remilgos: con su fútbol directo. Y a punto estuvieron tres veces de lograr el empate que les hubiera proporcionado la gloria futbolística. Y todo por errores del equipo español. 

Jamás entenderé las razones que tuvo el seleccionador español para mantener una defensa de cuatro y Busquets por delante, sin que hubiera referencias atacantes de los iraníes. Tampoco me cabe en la sesera cómo es posible que, ante el repligue intensivo de los rivales, fueran Ramos y Piqué meros espectadores de cuanto estaba aconteciendo. 

Cualquier entrenador, sin necesidad de haber jugado en el Madrid, experto en tomar decisiones a vuelta de manivela, no habría dudado lo más mínimo en situar a uno de los centrales junto a Diego Costa, durante el tiempo debido, antes de recurrir a los cambios. Pero nuestro seleccionador se limitó a  meter la cabeza debajo del ala, esperando a que Silva, Iniesta o Isco derribaran la muralla China, formada por una selección acostumbrada a soportar asedios. 

Pero el tiempo transcurría y el seleccionador lo confiaba todo al tiqui-taca. Manera de jugar cuyo actual líder, Isco Alarcón, se ha erigido en portavoz de la cosa. Y lo proclama con esa frase tan manida de que el estilo de juego de España es innegociable. Por lo visto, hasta el momento, los maestros del tiqui-taca no son partidarios de tirar a gol. Ni de pasarle el balón a Diego Costa con la prontitud adecuada a sus cualidades. Y, a pesar de ello, es quien nos ha salvado en los dos partidos.

Pues bien, la Selección Española (compuesta por jugadores que rinden culto al buen trato del balón. Capaces de causar admiración entre narradores y comentaristas de radio y televisión; ora por un control, ora por un regate, ya por una finta, o bien por una ruleta marsellesa) lleva ya mucho tiempo jugando como si sus componentes desconocieran que en el campo hay porterías.  Así, de no ganar el  Mundial, mucho me temo que todos ellos serán vapuleados de lo lindo.

Nota: viendo jugar a la Selección Española, me imagino cómo será el Madrid de Julen Lopetegui... Y no tengo el menor pudor en gritar a voz en cuello que me aterra pensar de qué manera el rendimiento de Ronaldo Cristiano sería mínimo. ¡Oído al parche!











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