Nada más grato para mí que hablar de mi amigo Emilio Lamorena, a quien conocí hace la friolera de 37 años y aún seguimos manteniendo las mejores relaciones. Aunque nos veamos de higos a brevas. Ahora bien, cuando coincidimos en algún punto del itinerario de nuestros paseos matinales, no dudamos en hacer un alto en el camino para pegar la hebra de lo que toque.
La semana pasada -no recuerdo el día-, durante la charla que mantuvimos, Emilio me preguntó si había visto el partido Orihuela-AD Ceuta en RTVCE. Y le dije que no. Entre otras cosas, porque hacía ya muchísimo tiempo que no veía nada por TDT. Pero ayer, cuando todavía festejaba la victoria de Nadal en Roland Garros, me acordé de que podía convertirme en espectador del Ceuta-Orihuela, sentado en mi sillón preferido de la salita de estar.
Cierto es que las interferencias en TDT me jugaron una mala pasada durante la segunda parte del encuentro. Así que más que ver, en ocasiones, hube de adivinar lo que estaba sucediendo en el terreno de juego. Y saqué la siguiente conclusión: Willy seguía siendo el jugador que podía resolver la eliminatoria. También me dio mala espina la expulsión del capitán del Orihuela. Por razones que ya he explicado muchas veces.
No opinaré del partido: pues los problemas de visión fueron suficientes para no ser tan atrevido. Ahora bien, cuando parecía que la eliminatoria acabaría decidiéndose por el sistema de penaltis, me vino a la memoria lo escrito al respecto por Fernando Lázaro Carreter en El Dardo En La Palabra.
Penaltis. Acompaña al penalti el romántico patetismo del duelo, con sus pasos contados, armas a punto, y dos hombres tensos -dos sistemas nerviosos hechos cuerdas de violín- aguardando la señal del disparo. Las masas modernas añaden al momento el silencio de miles de gargantas, acongojadas por si uno mete o el otro para. Quien va a tirar, seguro que siente achicada la portería, reducida a la anchura de una rendija; al que la guarda, debe convertírsele en plaza mayor, más aún, en pampa. Y de pronto... Bueno, de pronto, los aficionados del perdedor quedan desolados.
Ojalá que mi apreciado Luhay Hamido -presidente- se recupere pronto del disgusto por lo acaecido ayer en el Alfonso Murube. En realidad, y creo que lo dijimos en su día, ascender de categoría no deja de ser una prueba preñada de dificultades. Y la Agrupación Deportiva Ceuta FC ha competido, tanto en la Liga como en el Play Off, de manera brillante. Otra vez será.
No opinaré del partido: pues los problemas de visión fueron suficientes para no ser tan atrevido. Ahora bien, cuando parecía que la eliminatoria acabaría decidiéndose por el sistema de penaltis, me vino a la memoria lo escrito al respecto por Fernando Lázaro Carreter en El Dardo En La Palabra.
Penaltis. Acompaña al penalti el romántico patetismo del duelo, con sus pasos contados, armas a punto, y dos hombres tensos -dos sistemas nerviosos hechos cuerdas de violín- aguardando la señal del disparo. Las masas modernas añaden al momento el silencio de miles de gargantas, acongojadas por si uno mete o el otro para. Quien va a tirar, seguro que siente achicada la portería, reducida a la anchura de una rendija; al que la guarda, debe convertírsele en plaza mayor, más aún, en pampa. Y de pronto... Bueno, de pronto, los aficionados del perdedor quedan desolados.
Ojalá que mi apreciado Luhay Hamido -presidente- se recupere pronto del disgusto por lo acaecido ayer en el Alfonso Murube. En realidad, y creo que lo dijimos en su día, ascender de categoría no deja de ser una prueba preñada de dificultades. Y la Agrupación Deportiva Ceuta FC ha competido, tanto en la Liga como en el Play Off, de manera brillante. Otra vez será.
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