Tenía fama como universitario de estudiar muy poco y, sin embargo, sacaba notables a tutiplén. Así me lo contó hace ya varios años un compañero de estudio del ya expresidente del Gobierno. También me puso al tanto de que daba muestras evidentes de pensar bien. Pero que era un tipo taciturno y muy dado a trasnochar sin necesidad de acompañamiento. Una especie de lobo solitario.
En otra ocasión, supe por medio de un político del PP local, que Mariano Rajoy tenía un buen saque en la mesa. Mejor dicho: que su comer no tenía hartura y que su voracidad no estaba bien vista por quienes se encargaban entonces de procurar que su imagen reluciera más que la de ningún otro político.
Mas yo tomé el rumor como una exageración de quienes aún seguían convencidos de que como Aznar no había ninguno y andaban poniéndole todas las pegas del mundo a Mariano Rajoy para minimizar su figura: la de un gran parlamentario que contaba ya con el privilegio de haber sido apadrinado por la mejor pluma de España: Francisco Umbral.
Por lo que me quedé de piedra cuando me contaron que el señor Rajoy, en un día caluroso, se había comido dos platos de patatas con choco, y a punto estuvo de pedir un tercero, en una visita que hizo a Ceuta. Lo cual vino a confirmarme que los rumores sobre su desatada canina eran ciertos. Y que sus asesores tenían motivos suficientes para preocuparse por su glotonería.
De si bebía el señor Rajoy mucho o poco durante la comida, confieso que no se me dijo nada en aquel momento. Y hasta llegué a creer que era abstemio. Por tal motivo, en cuanto leí que MR había abandonado el Congreso de los Diputados, después de la sesión matinal del debate sobre la moción de censura, para permanecer 8 horas en el reservado de un restaurante, me dije para mí: se debe haber comido una vaca entera rellena de exquisitos manjares.
Y asumí el hecho, basándome en lo siguiente: si al apetito habitual de MR se le suma el que suele producir el estrés, según dicen, la vaca habrá sido para él como para cualquiera de nosotros dos platos de patatas con choco. O tres, vamos. En cambio, yo no me creo que el señor Rajoy hubiera trasegado dos botellas de whisky. De haber sido así, le habrían tenido que sacar del Arahy en parihuela. Y no ocurrió tal cosa... Es más, lo hizo a pie y sin dar una camballada.
Y asumí el hecho, basándome en lo siguiente: si al apetito habitual de MR se le suma el que suele producir el estrés, según dicen, la vaca habrá sido para él como para cualquiera de nosotros dos platos de patatas con choco. O tres, vamos. En cambio, yo no me creo que el señor Rajoy hubiera trasegado dos botellas de whisky. De haber sido así, le habrían tenido que sacar del Arahy en parihuela. Y no ocurrió tal cosa... Es más, lo hizo a pie y sin dar una camballada.
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