Nunca ha sido la radio para mí motivo de interés (miento: salvo cuando Matías Prats narraba los partidos de la Selección Española en el Campeonato del Mundo celebrado en Brasil -1950-). De modo que mi desconocimiento de la programación de las emisoras actuales es total y absoluto. A veces, muy pocas, dado que me llega el sonido del aparato que acompaña a mi mujer en la cocina, aguzo las orejas tras oír algo que me interesa. Y, a renglón seguido, decido acercarme al medio para escuchar atentamente a quien esté pontificando.
En esta ocasión, el conductor del programa presentó a su invitado como analista político. Lo que para mí no deja de ser un comentarista. El cual, en menos canta que un gallo, recurrió a Montesquieu para disertar acerca de la separación de poderes. La cual se ha convertido, gracias al célebre francés, en una especie de dogma. Y se refirió al artículo 16 de la Declaración de Derechos del Hombre.
Pues bien, al comentarista se le olvidó decir -como a casi todos los que opinan de tan gentilhombre- que, en realidad, la doctrina de la seperación de poderes no tiene en Montesquieu el alcance que le han atribuido sus sucesores. Pues se contenta con afirmar que el poder ejecutivo, el poder legislativo y el poder judicial no deben encontrase en las mismas manos; pero de ningún modo piensa en preconizar una rigurosa separación entre los tres poderes, inexistente por lo demás en el régimen inglés que tanto admiraba el señor de La Bréde.
Tampoco dijo el entrevistado nada en relación con la defenza a ultranza que Montesquieu -presidente del Parlamento de Burdeos- hacía de los privilegios de los parlamentarios, a los que parece confundir a veces con los privilegios de la nobleza. Pues no vacila en defender la venalidad de los cargos: "Se trata sin duda de un abuso -dice-; pero de un abuso útil".
La religión para Montesquieu es a la vez una bella decoración y un freno social. Montesquieu -anticlerical, poco religioso- niega que sea ateo. Cree en la utilidad de la religión en tanto que "motivo represivo"; "Es muy útil que se crea en la existencia de Dios... Aun cuando fuera inútil que los súbditos tuviesen una religión, no sería que los príncipes la tuviesen". La religión de Napoleón terminará siendo muy semejante a la de Montesquieu.
En fin, a quienes se les pregunta por la separación de poderes deberían ya olvidarse de Montesquieu o bien conocerse de pe a pa sus ideas políticas. Y, desde luego, destacar que el gobierno despótico es el único tipo de gobierno al cual condena formalmente. Pues el déspota trata a sus súbditos como a bestias. Sin embargo, el señor de La Bréde apunta, por encima del despotismo hacia la monarquía absoluta. Pues apenas cree en el progreso
Frase
Montesquieu exclama: "Me gustan los campesinos; no son lo bastante sabios como para razonar torcidamente".
Tampoco dijo el entrevistado nada en relación con la defenza a ultranza que Montesquieu -presidente del Parlamento de Burdeos- hacía de los privilegios de los parlamentarios, a los que parece confundir a veces con los privilegios de la nobleza. Pues no vacila en defender la venalidad de los cargos: "Se trata sin duda de un abuso -dice-; pero de un abuso útil".
La religión para Montesquieu es a la vez una bella decoración y un freno social. Montesquieu -anticlerical, poco religioso- niega que sea ateo. Cree en la utilidad de la religión en tanto que "motivo represivo"; "Es muy útil que se crea en la existencia de Dios... Aun cuando fuera inútil que los súbditos tuviesen una religión, no sería que los príncipes la tuviesen". La religión de Napoleón terminará siendo muy semejante a la de Montesquieu.
En fin, a quienes se les pregunta por la separación de poderes deberían ya olvidarse de Montesquieu o bien conocerse de pe a pa sus ideas políticas. Y, desde luego, destacar que el gobierno despótico es el único tipo de gobierno al cual condena formalmente. Pues el déspota trata a sus súbditos como a bestias. Sin embargo, el señor de La Bréde apunta, por encima del despotismo hacia la monarquía absoluta. Pues apenas cree en el progreso
Frase
Montesquieu exclama: "Me gustan los campesinos; no son lo bastante sabios como para razonar torcidamente".
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