Los problemas de la corrupción

Nada más leer que Eduardo Zaplana, exministro del PP, había sido detenido en Valencia -por presuntos delitos de blanqueo, malversación y prevaricación- por la Unidad Central Operativa (UCO) de la Guardia Civil, comprendí, una vez más, el motivo por el cual los políticos siguen siendo para los españoles más problemas que el terrorismo y la inmigración. Eso sí, un empresario me dijo, hace nada, que el miedo había cundido entre los políticos desvergonzados y que estaban más remisos a la hora de poner la mano...

Los políticos desvergonzados, que no son pocos, viven actualmente desazonados. Con el canguelo reflejado en sus facciones. Y dando pruebas evidentes de que la jindama les puede. Así que se les ve aturdidos y acoquinados. Pues son conscientes de que en cualquier momento puede confirmarse que se lo han llevado calentito y a partir de ahí comience ese calvario de llegada a los juzgados. Dado que han de soportar la ira de quienes los esperan para expresarles la aversión que sienten hacia ellos. Terrible prueba.

En cambio, los políticos honrados, que los hay, sufren lo indecible cuando se posa sobre ellos la mirada dudosa de los ciudadanos que han perdido la confianza en la clase política. Así que bien harían en denunciar a sus propios compañeros. Ya que silenciar los desmanes de éstos les hace, sin duda, también culpables. Aunque los políticos honrados se quitan de en medio cuando cae sobre ellos la sospecha.

La corrupción y los privilegios van provocando en la sociedad un descontento casi generalizado. El cual se va traduciendo en una indisciplina que aflora a cada paso. La corrupción fue motivo muy principal, por ejemplo, para que el populismo se echara a la calle bajo las siglas de Podemos.  Por cierto, su líder, que tanto ha criticado a la casta política, se ha comprado una vivienda de riquito de toda la vida. Conque su perenne discurso de estar dedicado a los más necesitados, como no podía ser de otra manera, se le ha venido abajo en un amén.