Mundial de Sudáfrica 2010. España se proclama campeona del mundo al vencer a Holanda con gol de Iniesta en la prórroga. A partir de ese momento, el fervor exagerado de los periodistas por los jugadores propios llega acompañado de desprecio por el de algunos extranjeros. Los cuales son víctimas del patriotismo exclusivista de una forma de pensar que es conocida como chovinismo. Quienes así se comportan no caen en la cuenta de que Brasil ha ganado cinco mundiales; Italia y Alemania han obtenido 4; 2 Argentina y 1 Inglaterra y Francia.
Los chovinistas, además, afirman con arrogancia que el estilo de juego de España, conocido popularmente como el tiqui-taca, es el no va más. Y que no existe otra manera de jugar que no sea manteniendo la posesión del balón desde que principia el partido hasta el final. Los hay que nos hablan del dominio con el balón del tiempo y del espacio como algo maravilloso a lo que únicamente se puede acceder si se llega La Masía siendo niño. Y lo proclaman como dogma.
En el Madrid, por ejemplo, la hermandad del chovinismo la tomó con James. Pero no por su forma de jugar, no; lo hicieron porque el colombiano le cerraba el paso a un futbolista español del cual se espera que sea varias veces ganador del Balón de Oro. Amén de que están convencidos de que Isco Alarcón saldrá del Mundial de Rusia convertido en una estrella rutilante. Sin percatarse del daño que le están causando con sus ditirambos protectores al muchacho nacido en Arroyo de la Miel.
Tampoco Gareth Bale se ha salvado de las críticas furibundas de comentaristas y glosadores que forman parte de esa asociación encargada de defender los productos de la tierra con pasión. Ni siquiera cuando ha brillado con luz propia y ésta ha servido para obtener un título se le ha hecho justicia al extraordinario jugador galés. Del cual se acuerdan nada más para que para indicarle la puerta de salida. Lo mismo que hicieron con James. Y que no dudarán en seguir haciendo con otros jugadores extranjeros.
El fútbol español cuenta con muy buenos futbolistas. Verdad que no necesita demostración. Y por tanto la selección española está obligada a figurar entre las favoritas cuando compite. Pero al fútbol español le sobran los voceros que causan vergüenza ajena cuando anuncian al mundo entero que la manera de jugar de nuestros seleccionados no tiene parangón. Y que con el fútbol de España hay que... hincarse de hinojos.
En rigor, el fútbol de Isco, verbigracia, va cogido de la mano de la imaginación. La imaginación es como un relámpago que rompe la oscuridad y en un momento ilumina la escena. Muchos jugadores se estropean por exceso de imaginación. Como asimismo otros artistas. Y ello se produce porque la imaginación no deja de ser la loca de la casa. A la que hay que retorcerle el cuello para que no se desmadre.
Frente al Liverpool, en Kiev, la imaginación de Isco fue perjudicial para su equipo. Naufragó durante muchos minutos y contagió a su equipo con su clásico tiqui-taca. Estilo que tan mal le sienta al Madrid. Menos mal que la imaginación de Zidane, recurriendo a Bale, si fue un relámpago que devolvió al equipo la lucidez que necesitaba para ganar la Decimotercera Champions League. Aunque mucho me temo que el jugador galés seguirá siendo víctima del chovinismo. Y de eso, como buen francés, debe saber mucho el entrenador del Madrid.
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