Dado que he estado varios días sin escribir, debido a que el pasado día 1 pasé por un trance difícil, creo conveniente reseñarlo. Sucedió que una bajada de tensión me dejó al borde del abismo. A punto de emprender el recorrido por esa ladera que todos debemos transitar para llegar al sitio del cual nunca se vuelve. Afortunadamente, para mí, Gloria (mi mujer) supo reaccionar a tiempo y El Servicio de Emergencias 061 del Instituto Nacional de Gestión Sanitaria (Ingesa) de Ceuta hizo el resto. Gracias.
Tras mi ingreso en la Unidad de Cuidados Intensivos del Hospital Universitario sus profesionales, tras las pruebas oportunas, pudieron diagnosticar que la gravedad -prevista- se había reducido en un amén. Desde ese momento, no cesaron las atenciones del personal sanitario. Y tampoco me faltaron las muestras de apoyo del doctor Jesús Lopera Flores.Y su preocupación para que cuanto antes se corrigiera lo que había de corregirse.
Ni que decir tiene que siempre recordaré a los conductores de la ambulancia en la cual viajamos al Hospital de Jerez de la Frontera: Susana Ascaso, especialista en medicina intensiva y médico adjunta a la UCI; Alicia, siento no recordar su apellido, enfermera tan capacitada como diligente, y quien escribe. Tanto en el viaje de ida como en el de vuelta mi cobertura médica provocó en mí el deseo de contar historias para evitarme cualquier tipo de angustia que hubiera podido apoderarse de mí. Y a fe que nos reímos de lo lindo.
Tras mi ingreso en la Unidad de Cuidados Intensivos del Hospital Universitario sus profesionales, tras las pruebas oportunas, pudieron diagnosticar que la gravedad -prevista- se había reducido en un amén. Desde ese momento, no cesaron las atenciones del personal sanitario. Y tampoco me faltaron las muestras de apoyo del doctor Jesús Lopera Flores.Y su preocupación para que cuanto antes se corrigiera lo que había de corregirse.
Ni que decir tiene que siempre recordaré a los conductores de la ambulancia en la cual viajamos al Hospital de Jerez de la Frontera: Susana Ascaso, especialista en medicina intensiva y médico adjunta a la UCI; Alicia, siento no recordar su apellido, enfermera tan capacitada como diligente, y quien escribe. Tanto en el viaje de ida como en el de vuelta mi cobertura médica provocó en mí el deseo de contar historias para evitarme cualquier tipo de angustia que hubiera podido apoderarse de mí. Y a fe que nos reímos de lo lindo.
Mis palabras finales fueron, a medida que nos íbamos acercando al Hospital Universitario de Ceuta, las que siguen: "El hombre que está siempre serio demuestra que no ha comprendido nada". "La verdadera religión es la transformación de la ansiedad en risa". Susana Ascaso y Alicia lo entendieron perfectamente. Y a vivir...
Aunque mentiría si no dijera que soy consciente de mi preocupación por los años que ya tengo. ¡Ay, los años! Aparentemente, una estafa. Pero todo es una estafa, a menos que se renazca a cada instante (Salvador Pániker).
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