Blog de Manolo de la Torre


Entrenador de fútbol, ha ejercido la profesión 19 temporadas. Escritor en periódicos,
ha publicado una columna diaria, durante dos décadas, en tres periódicos ceutíes.

jueves, 1 de marzo de 2018

Respuesta a una pregunta

El sábado pasado, durante mi estancia en Córdoba, alguien quiso saber si en mi etapa como entrenador se me había presentado la oportunidad de dirigir al equipo cordobés. Y le dije que sí. Y no dudé en contarle el ofrecimiento que me hizo don Rafael Campanero Guzmán en la temporada 83-84. Aprovechando mi visita a la ciudad como técnico de la Agrupación Deportiva Ceuta.

Era mi admirado Manolo Ruiz-Sosa entrenador del equipo local. Y, como siempre que nos tocaba enfrentarnos desde los banquillos, lo primero que hacíamos es mantener un rato de charla amena, horas antes de celebrarse el partido. En esta ocasión, Manolo no dudó en acudir presto al Hotel El Cordobés, donde estaba alojada la expedición del equipo ceutí.

Recuerdo que llovía a mares en la Ciudad de los Califas. Y compartiendo un té en la Cafetería del hotel, más o menos a las once de la mañana, Ruiz-Sosa me habló de que había decidido dejar la profesión al término de la temporada. En principio, yo achaqué su confidencia a que el equipo cordobés no estaba obteniendo los resultados apetecidos.

Horas más tarde, habiendo llovido torrencialmente y estando el terreno de juego en condiciones pésimas, la Agrupación Deportiva Ceuta hizo un partido extraordinario y acabó ganando 1-2 en el Estadio del Arcángel. Fue un varapalo para el equipo verdiblanco. Dado que entró a formar parte de los últimos clasificados. 

Durante la conferencia de prensa, a Manolo Ruiz-Sosa se le ocurrió anunciar su dimisión. Y fue entonces, precisamente en ese momento, cuando don Rafael Campanero, presidente del club y persona a quien yo nunca he dejado de apreciar, me pidió que convenciera a mi amigo de permanecer en su cargo hasta el final de temporada. Y, además, me hizo una oferta para la siguiente. 

Y a mí se me ocurrió, después de agradecerle su ofrecimiento, decirle que yo también había decidido dejar el fútbol en cuanto concluyera el Campeonato. Don Rafael quiso saber el motivo. Y tardé un amén en responderle: "Tal vez mis aspiraciones son superiores a mis posiblidades. Y si después de casi dos décadas ejerciendo de entrenador, aún no he logrado meter la cabeza en Primera División, se impone el cambio cuanto antes". Y así lo hice. Y nunca me he arrepentido.







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