Adiós a Clemente Cerdeira García de la Torre

Llego al velatorio municipal para darle el último adiós a Eduardo Ayala, mi amigo... Y me dicen que  allí también se encuentra de cuerpo presente Clemente Cerdeira García de la Torre. Histórico militante socialista. Fallecido con longevidad. Un día, de hace ya bastante tiempo, le pregunté a Clemente Cerdeira Morterero, uno de los hijos de Cerdeira García de la Torre, a qué podría deberse la entereza, la energía y la firmeza mostradas por su padre en momentos donde las adversidades se habían cebado con él.

Y el hijo me respondió que tal vez fuera  porque habían sido muchas las circunstancias negativas que su progenitor había tenido que afrontar en su ya larga vida. Impasible, dije yo entonces, no tiene que ser vocablo que se traduzca por frialdad excesiva. En este caso, sin duda, no deja de ser la actitud de una persona bienaventurada y que, por serla, es capaz de dominar las emociones aunque por dentro se esté muriendo a chorros. 

Alguien así, con tan buen temple, con tanta fortaleza de ánimo, largo en hechos y corto en palabras, es siempre motivo de admiración. Y yo admiré a partir de entonces a la persona que hoy ha sido enterrada por los suyos y por quienes supieron apreciar su fidelidad a unas ideas socialistas que nunca mermaron en él. Hubo un tiempo donde raro era el día en el cual Clemente Cerdeira García de la Torre no compartiera un rato de charla conmigo.

Charlas que fueron generando entre Clemente y servidor unas relaciones extraordinarias. A pesar de que antes, por motivos que no vienen al caso contar, tuvimos varios desencuentros.  De los que es conocedor el primogénito de la familia: Clemente Cerdeira Morterero. Quien que me ha manifestado hoy, en situación tan dolorosa, que su padre siempre habló de mí con respeto y afecto.

Descanse en paz quien ha vivido 96 años. Y, por lo tanto, tuvo tiempo suficiente para decirme en alguna que otra ocasión que la vida hay que vivirla con entusiasmo. Y asimismo, cuando yo le preguntaba por qué escribía, siempre me respondía así: "El hecho de escribir obedece a una vocación apremiante, que el que tiene la vocación de escritor tiene que escribir, pues sólo así logra quitarse sus dolores de cabeza y su mala digestión".