Blog de Manolo de la Torre


Entrenador de fútbol, ha ejercido la profesión 19 temporadas. Escritor en periódicos,
ha publicado una columna diaria, durante dos décadas, en tres periódicos ceutíes.

jueves, 15 de febrero de 2018

La suerte de Zidane y el error de Emery

Negarle a ZZ el mérito que le corresponde en los triunfos del Madrid, en tan corto espacio de tiempo, nada más que podría considerarse como atrevimiento por parte de algún memo; que los hay, sin duda alguna, con un alto nivel de estupidez para no reconocerlo. Y, aunque fueran logros obtenidos por ser el entrenador un hombre que goza de baraca, miel sobre hojuelas. Puesto que la buena suerte es tan selectiva que no suele patrocinar a un cualquiera

Aclarado el asunto, por si alguien aún está convencido de que quien escribe no admira lo que representa Zidane como entrenador del Madrid, debo decir que éste lleva ya meses cometiendo errores de bulto en cuanto a la elección de quienes han de jugar de principio y, naturalmente, con misiones concretas. Todas ellas capaces de redundar en beneficio del bloque. 

Los yerros cometidos por Zinedine Zidane frente al París Saint Germain fueron tantos como para que a mí me diera por pensar en que la Diosa Fortuna, tan proclive siempre a echarle una mano al técnico francés en las grandes citas, hubiera decidido quitarle su manto protector como escarmiento a sus desatinos antes y durante el partido.

El antes es cuando trata de dominar el medio campo jugando con un futbolista más en esa zona. Zona vital, sin duda, donde se ganan y se pierden los partidos. Pero lo intenta sin percatarse de que esa línea de tres designada por Emery -Verratti, Lo Celso y Rabiot- no era extraordinaria ni en ataque ni en defensa. Así que la entrada de Isco en el equipo inicial hubiera sido acertada si éste, con su juego ofensivo, hubiera servido para ser un mediapunta capacitado para enlazar con sus delanteros y sobre todo convirtiéndose en un martirio atacante para el equipo francés. Lo cual no sucedió.

Cierto es que el Madrid empezó el partido abrumando a su rival con el fin de meterle el miedo en el cuerpo y que sus jugadores reconocieran su manifiesta inferioridad. Pero ese deseo de amedrentarlos no funcionó. Es más, en un abrir y cerrar de ojos pasó todo lo contrario: era el Madrid el equipo acongojado por un medio campo inferior en dos sentidos: en calidad y en número de jugadores. Era tal el desastre que hasta Rabiot logró el primer gol.

A partir de ahí los parisinos estuvieron a punto de poner el marcador netamente favorable a sus intereses. Isco iba de un lado para otro sin ton ni son. Era la figura deseada y perdida en ese templo que es el terreno de juego del Bernabéu. Sin que nadie osara indicarle que era una rémora para su equipo. Ramos recurría a cuantos recursos de veterano tiene para no medirse en carrera con Mbappé. Menos mal que éste no tuvo su mejor noche. Mientras que Cristiano y Benzema andaban huérfanos de la ayuda del muchacho nacido en Arroyo de la Miel.

El penalti indicado por el árbitro italiano, cuando la primera parte estaba dando las boqueadas, fue como ese salvavidas que llega cuando el náufrago está ya exhausto para evitar lo irremediable. Pues bien, ni siquiera semejante fortuna hizo posible que ZZ reaccionara después del descanso. Siguió en sus trece. Esto es, empeñado en que Isco impusiera su repertorio de pasecitos cortos y horizontales, sus gambeteos y su fútbol enjuto que tanto gusta a los intelectuales (!) de la cosa. Y el malagueño, que no había dado resultado cuando estaba fresco, movía ya la cabeza más que el cuerpo y daba grima.

Los cambios de Zidane, cuando la situación era apurada, muy apurada, pecaron de tardanza. Menos mal que Lucas Vázquez y Marco Asensio aportaron los recursos suficientes, en menos que canta un gallo, para que se obrase el milagro apetecido. Sin embargo Emery, cuya idea de adelantar a Alves, poniendo en su lugar a otro lateral, con el fin de que el brasileño se aprovechara de la inestabilidad defensiva de Ramos, erró al quitar a Cavani en vez de a un medio volante. Pues con Alves seguía jugando con tres hombres en el centro del centro del campo. Y además no perdía fuerza atacante. Y, claro está, pagó con creces su mala decisión.









  












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