Con el fin de reunir a exjugadores portuenses y directivos de otrora para recordar tiempos pasados. Sin ánimo de considerarlos mejores; pues sería poner en duda la evolución que se ha producido en el deporte rey. Pero sí de recrearnos en la suerte que tuvimos de ser profesionales de un juego que siempre será maravilloso.
Luis Soriano hace ya tiempo que asumió la tarea de conectar con todos nosotros para juntarnos, desde hace ya varios años, en el mes de diciembre. Y conviene decir cuanto antes que cumple su cometido con enorme entusiasmo. Amén de ser un extraordinario organizador. Y sobre todo de la ascendencia que tiene sobre el personal. Debido a su forma de ser: la cual le permite manejar la situación para que jamás haya el menor contratiempo.
La comida celebrada el jueves pasado, la primera a la que yo he asistido (puesto que nunca antes me fue posible acudir a la cita, unas veces por hache y otras por be), empezó a las dos de la tarde y duró seis horas. La larga sobremesa nos permitió mirar hacia atrás sin miedo a quedarnos como la mujer de Lot. Las anécdotas afluían sin solución de continuidad. Las batallitas afloraban a cada paso. La risa era constante y todos los comensales, a medida que la copa de oloroso seco iba avivando nuestro ánimo, nos entendíamos con esa mirada que suele quedar en la retina de quienes han vivido tantas aventuras futbolísticas.
Escuché atentamente las palabras de Carmelo Navarro. Sí, el conocido como el Beckenbauer de la Bahía. Su llegada al Cádiz se produjo tras haber pasado por el Racing Portuense, Salamanca, Betis y Huelva. Carmelo es educado, culto, amable y, por si fuera poco, tiene el don de saber escuchar. Tuve la oportunidad de abrazarme con Manolo Ojeda. Aquel portero que fichó por el Murcia -ascendiendo a Primera División con el equipo pimentonero-, procedente del equipo de nuestro pueblo. El abrazo, si bien no chillado, fue suficiente para cerrar una vieja herida entre jugador y entrenador.
Pude reencontrarme con jugadores que me ayudaron lo indecible parta destacar como entrenador: Reales, Nicolás, Delgado, Maza, Cuchicha, Méndez, Baby, Jaime, Calzado. Lamenté no haber podido compartir ese momento con Arias y Suano. Solano, quizá el futbolista que mejor entendió mi manera de ser, recordó un proverbio inglés que yo tenía siempre dispuesto para cuando alguien daba muestras evidentes de tener la moral bajo mínimo: "Si consientes que un problema te deprima, lo habrás convertido en dos problemas". Y yo añádiría: siendo el segundo problema -la depre- infinitamente más grave que el primero.
Se recordó, mediante una oración, a Pedro Calatayud Ares, más conocido por el sobrenombre de "Pedrusco". Jugador extraordinario que jugó en el Cádiz, Murcia, Plus Ultra, Ceuta... Y me invadió la tristeza cuando pregunté por Antonio Miranda, gran directivo y mejor amigo, y me dijeron que estaba ya descansando en ese lugar del cual nunca se vuelve.
Me lo pasé bomba conversando con Manolo Pérez Blanco -médico de mi familia y directivo en mi etapa como entrenador del Racing-. Asimismo con Francisco Ferrer Palacios, Víctor Martínez y Alfonso Carreto. Y, por si fuera poco, a última hora se presentó Bernabé (extraordinario defensa del Portuense y de aquel Jerez Industrial de la época más exitosa de ese club) con el único fin de saber de mí. No en vano crecímos juntos en las Escuelas Profesionales de la Sagrada Familia.
En fin, gracias a la insistencia de Luis Soriano, ese amigo que uno siempre desea tener, decidí asistir a la comida de exjugadores veteranos y directivos de otro tiempo, celebrada en el marco incomparable del Real Club Náutico de El Puerto de Santa María. Y ojalá que sea la primera de muchas otras.
Ah, le deseo toda la suerte del mundo a Antonio Flor Pedregal en la tarea emprendida para que el Racing Portuense vuelva a reverdecer sus lauros. Su historial lo exige.
Me lo pasé bomba conversando con Manolo Pérez Blanco -médico de mi familia y directivo en mi etapa como entrenador del Racing-. Asimismo con Francisco Ferrer Palacios, Víctor Martínez y Alfonso Carreto. Y, por si fuera poco, a última hora se presentó Bernabé (extraordinario defensa del Portuense y de aquel Jerez Industrial de la época más exitosa de ese club) con el único fin de saber de mí. No en vano crecímos juntos en las Escuelas Profesionales de la Sagrada Familia.
En fin, gracias a la insistencia de Luis Soriano, ese amigo que uno siempre desea tener, decidí asistir a la comida de exjugadores veteranos y directivos de otro tiempo, celebrada en el marco incomparable del Real Club Náutico de El Puerto de Santa María. Y ojalá que sea la primera de muchas otras.
Ah, le deseo toda la suerte del mundo a Antonio Flor Pedregal en la tarea emprendida para que el Racing Portuense vuelva a reverdecer sus lauros. Su historial lo exige.
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