Hace ya mucho tiempo, un mundo, como diría un exagerado, que yo no veo a Luis Vicente Moro. La última vez que tuvimos la oportunidad de charlar un rato fue durante una visita que él hizo a Ceuta y me puso al tanto de que estaba al frente de no sé qué compañía en Marruecos. Luego me dijo que me leía todos los días. Para, a renglón seguido, recordarme que su impresión sobre mi manera de escribir no había cambiado: "Eres un auténtico inquisidor". Y no tuve más remedio que compartir risas con quien fue delegado del Gobierno en Ceuta desde 1998 a 2004.
Mis relaciones con Luis Vicente Moro, en aquellos años en los que Jesús Fortes iba perdiendo fuelle como alcalde y los heraldos del GIL iban ganando la batalla en las calles, fue buena. Conmigo se mostraba simpático y a veces me invitaba a su despacho para tomar una manzanilla de Sánlucar de Barrameda y para darle a la sin hueso. Y a fe que nos cundía intercambiar impresiones acerca de cuestiones relacionadas con el vivir diario. No en vano el hombre nacido en Mieres sabía más que los ratones colorados.
Luis Vicente Moro me llamó un día para que conociera a otro personaje singular. Se trataba de Julio Ariza: un empresario navarro que presidía el Grupo Intereconomía y que era su principal accionista. Amén de político perteneciente al PP y diputado en Cataluña. Los dos se mostraron tan fáciles de verbo como encantadores y por tanto capaces de convencer a cualquiera de que ser del Madrid alarga la existencia.
Mis relaciones con Luis Vicente Moro, en aquellos años en los que Jesús Fortes iba perdiendo fuelle como alcalde y los heraldos del GIL iban ganando la batalla en las calles, fue buena. Conmigo se mostraba simpático y a veces me invitaba a su despacho para tomar una manzanilla de Sánlucar de Barrameda y para darle a la sin hueso. Y a fe que nos cundía intercambiar impresiones acerca de cuestiones relacionadas con el vivir diario. No en vano el hombre nacido en Mieres sabía más que los ratones colorados.
Luis Vicente Moro me llamó un día para que conociera a otro personaje singular. Se trataba de Julio Ariza: un empresario navarro que presidía el Grupo Intereconomía y que era su principal accionista. Amén de político perteneciente al PP y diputado en Cataluña. Los dos se mostraron tan fáciles de verbo como encantadores y por tanto capaces de convencer a cualquiera de que ser del Madrid alarga la existencia.
Amigo de los chismes, y convencido de que éstos son necesarios para el bienestar corporal, practicar esa terapia con LM era un pasatiempo entretenido. Aunque nunca había que olvidar cómo el político asturiano, revestido de una gran formación y experto en pisar moquetas de grandes despachos, sabía jugar sus naipes con tanta inteligencia como valor. Con el paso del tiempo, y según voy conociendo su trayectoria, he llegado al convencimiento de que es un personaje ideal para novelarlo. Creo que Arturo Pérez-Reverte está a tiempo de hacerlo. Aunque tenga que describirlo con varios centímetros más de altura y algún que otro retoque en su etopeya.
Ver el nombre de Luis Vicente Moro metido en berenjenales relacionados con el PP es ya algo habitual. Es como si todo los políticos importantes de los populares hubieran estado en permanente contacto el hombre nacido en Mieres para acometer empresas o tomar decisiones. Lo cual viene a darme la razón sobre la idea que yo me hice de don Luis en cuanto nos presentaron: entra como los buenos vinos y...
En fin, que a mí me da igual lo que digan de Luis Vicente Moro. Porque nada le debo ni daba me debe. Pero nunca he olvidado de qué manera tan diligente movió los hilos en la Sanidad madrileña para que Mohamed Chaib fuera atendido inmediatamente para atajar una grave enfermedad. Y tengo la certeza de que lo hubiera hecho por cualquier otra persona de Ceuta.
Frase
"Es absurdo dividir a la gente en buenos y malos. La gente, o es encantadora, o tremendamente aburrida" (Oscar Wilde).
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