Hay hombres y mujeres que un buen día deciden ponerse el mundo por montera. Tomando decisiones sin tener en cuenta las opiniones de los demás. Suelen ser tachados de inconscientes, a la par que valientes, al afrontar retos sin prestar atención a las dificultades. Es el caso de doña Carmen Forcadell: presidenta del Parlamento Catalán y política perteneciente a la Esquerra Republicana.
Ayer, durante el proceso de admitir a trámite la Ley del referéndum en el Parlamento Catalán, se me iban los ojos detrás de la figura televisada de la señora ya mencionada. Tanto en directo como en diferido, yo seguía sus andares, sus respuestas y sus ademanes, y llegó un momento en el cual pensé: he aquí a una mujer que está viviendo el momento culminante de su fama.
Inmediatamente, dije para mí: después de esta ascensión a los cielos de Montjuic, en cuanto la señora Forcadell llegue a su casa, alguien debería desilusionarla. Y nada mejor que recordándole lo siguiente: tanto Nadal como Cristiano y Messi producen al día aproximadamente un cuarto de kilo de heces fecales, un litro de bilis, otro de jugo gástrico y medio de orina, medio de sudor y unos centímetros cúbicos de esputos. Más o menos como tú, querida Carmen.
Si la señora Forcadell -cuidado: no se trata de que sea mujer- no se da por aludida y sigue empecinada en creer que si al término de nuestra guerra civil en lugar de castellanizar a Cataluña -como dicen los catalanes que se pretendió a lo largo de los años- se hubiesen dedicado los esfuerzos a catalanizar España, habríamos salido ganando todos, sería ya motivo más que suficiente para hacerle un chequeo a fondo en la sesera.
Porque el siguiente paso de esta señora hubiera sido inculcarnos a todos la idea de que la lengua catalana tendría que ser la oficial en este país con excedentes de conejos. ¿El catalán? Sí, mire usted, esa lengua recoleta y menestral que hablaban solamente los payeses y que al oírlos se partían de risa los burgueses catalanes. Y que jamás hubiera podido competir con una lengua viva, estimulante y hermosa como es nuestro castellano. Una lengua antigua hecha a la medida para hablar con Dios.
Pero la señora Forcadell, desgraciadamente, demostró ayer que sigue viviendo en el siglo XVIII. Cuando Felipe V sitió a Barcelona durante largos meses, ocasionando hambre, epidemias y cañoneos de las tropas del duque de Berwick, debido a una guerra de Sucesión entre Austrias y Borbones. Así que semejante aversión hacia los españoles se reflejó en el golpe de Estado perpetrado ayer y del cual ha sido pieza principalísima.
Ahora bien, hasta ahora doña Carmen Forcadell está contando con la suerte que no tuvieron ni Luis Companys ni los consejeros Lluhí y Comorera, quienes acabaron en las dependencias del entonces terrible penal de El Puerto de Santa María. Por haber declarado el Estado Catalán en octubre de 1934.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Comenta mis escritos ,pero desde el respeto.
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.