Blog de Manolo de la Torre


Entrenador de fútbol, ha ejercido la profesión 19 temporadas. Escritor en periódicos,
ha publicado una columna diaria, durante dos décadas, en tres periódicos ceutíes.

sábado, 5 de agosto de 2017

Yo veraneo en El Chorrillo

Los problemas que se vienen suscitando sobre el turismo no son nuevos. Yo recuerdo una polémica surgida al final del verano de 1971 y que me cogió residiendo en Ibiza. La pregunta era: ¿Producía o no beneficios el turismo? Según los cálculos a ojo de los industriales del turismo, cada año iba decreciendo el capítulo de ingresos en relación con el capítulo de gastos. Según las estasdísticas del Ministerio de Información y Turismo, la industria turística era una industria boyante en el año ya reseñado. En esa época habían entrado en España casi veinte millones de turistas y habían dejado un saldo de casi dos mil millones de dólares, un 11% más que el año anterior.

Según los industriales -con algunos de ellos tomaba yo el aperitivo en el Paseo Vara del Rey-, tal crecimiento no compensaba los gastos y enmascaraba el hecho de que cada vez el tipo de turista que llegaba a España era el de más escaso poder adquisitivo, el llamado turismo social. Por otra parte se empezaban a advertir síntomas de resistencia en el "nativo" por la veraniega ocupación del litoral español de masas turísticas con cierta devaluación cultural a cuestas y una cierta conciencia de colonización.

En este sentido, las mayores quejas se dirigían hacia el turismo francés que protagonizaba frecuentes escándalos; a la invasión de hippies con los bolsillos vacíos y un modo de vida que no encajaba en la sociedad española, y sobre todo a la caterva de visitantes del Reino Unido que convirtieron los hoteles de la Playa del Arenal (Mallorca) en motivo de escándalo permanente, de suciedad y de borracheras de la imbecilidad. De todo ello fui yo testigo.

Así se lo explico a los componentes del corrillo que intercambiamos impresiones en la orilla de la playa de El Chorrillo. Y, metido ya en faena, remato mi disertación con la media verónica clásica: esta playa, a pesar de su arena artificial, no la cambio yo por ninguna otra peninsular. Veranear aquí por las mañanas es un disfrute incomparable. Está situada en el centro de la Ciudad y nos permite, además, contar con espacios suficientes para poder mantener nuestra intimidad.

El Chorrillo, de mañana, es un espacio que invita a frecuentarlo. El silencio supera al murmullo de las aguas. Y ni siquiera la monotonía de mirar mar adentro supone un ápice de aburrimiento. Esta playa sería, incluso con la rusticidad que atesora, un paraíso para quienes buscan lugares no invadidos por el "turismo barato". Ahora bien, cierto es que Ceuta tendría, además, que ofrecer muchas cosas más a los visitantes. Todo es cuestión de imaginación. A la cual, por ser tenida como la loca de la casa, no hay por qué temerle. Y en esta Ciudad, no se me ofendan, la imaginación cayó en desgracia por mor de los bazares en su momento.

Tampoco es menos cierto que la playa de El Chorrillo cuenta con obstáculos para poderle hacer el artículo a escala nacional e internacional, y me explico: todo el encanto que atesora por las mañanas lo pierde en cuanto comienza la tarde. Debido a que se pone a tente bonete. Esto es, llena a reventar. Asi que pierde todo su hechizo y naturalmente resulta incómoda de solemnidad. Pues bien, algo similar, por no decir lo mismo, es lo que viene sucediendo con el turismo social en todas las playas del litoral peninsular, amén de Baleares y Canarias. Y los españoles han dado en la manía de decir que no merece la pena recibir a extranjeros que gastan menos que los catalanes cuando viajan a Madrid para ver jugar al Barcelona.






No hay comentarios:

Publicar un comentario

Comenta mis escritos ,pero desde el respeto.

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.