Los
equipos de fútbol van comenzando la pretemporada. Época donde la
dureza del trabajo es celebrada con alegría por técnicos y jugadores. Debido a
que tales esfuerzos son vitales para conseguir las valencias físicas
imprescindibles. Cierto es que llenar el depósito de resistencia -aeróbica y
anaeróbica- cuesta sacrificios y sudores; muchos sudores y las consiguientes
molestias menores.
La
pretemporada es, además, una fase de la preparación en la que debe reinar por
encima de todo la esperanza. Y cualquiera que la haya vivido
sabe perfectamente que en todo momento hay causas para que el grupo se divierta
de lo lindo. Suelen contarse las pequeñas batallas surgidas en las
vacaciones, hacerse las bromas convenientes y hasta alegrarles la vida a los
jugadores recién incorporados.
Es posible observar cómo los futbolistas llegan a las instalaciones deportivas saludando a cuantos se cruzan en su camino y dispuestos a ser
agradables con quienes componen el cuerpo técnico. Nadie procura, salvo raras excepciones,
eludir las conversaciones con el entrenador. Sino todo lo contrario. Los hay, cómo no, que
disfrutan relacionándose mucho con el técnico. Lo cual tampoco es muy recomendable:
pues el exceso de confianza puede ser
una rémora en cualquier momento.
Los
entrenadores expertos conocen de memoria cómo han de actuar durante este
ciclo de la preparación y, por tanto, son los menos propensos a cometer errores
que luego se convierten en problemas
graves. Aun así es aconsejable que en el discurso inaugural se olviden de decir
que las puertas de su vestuario estarán siempre abiertas para todos y que él escuchará atentamente los deseos de cada
uno de los miembros de la plantilla.
Me explico: con esa declaración de intenciones han de saber que los
primeros en acudir serán quienes jueguen menos partidos durante la
pretemporada. Y lo harán de entrada con la siguiente pregunta: “¿Usted
cuenta conmigo…?”.
Y a
partir de ahí todo será bien distinto: la alegría del grupo ya no será la
misma; los saludos se irán reduciendo; el jolgorio diario decrecerá sin cesar y
el entrenador, por si lo había olvidado, se dará dado cuenta de que ya está
viviendo la verdadera realidad del fútbol. Una realidad donde lo único que vale
es ganar, ganar y ganar. Y puede que, en ocasiones, el entrenador añore la
primera parte de esa pretemporada en que los futbolistas se comportaban sin darle rienda suelta al
egoísmo.
Primera parte donde prima el interés general y es mucho más fácil mirar a los ojos de los jugadores con fijeza y hablarles de lo importante que resulta respetar a
los compañeros. Y en vista de que no todos pueden jugar habitualmente, se les pide tranquilidad y sentido común.
De Juan Ramón Martín, entrenador de la
Agrupación Deportiva Ceuta FC, tengo no sólo la creencia, sino la certeza de que -en vista de su mucha experiencia, adquirida durante las temporadas que lleva ejerciendo cargo tan complejo- sabrá dirigir la plantilla con su acostumbrada profesionalidad y tacto.
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