Blog de Manolo de la Torre


Entrenador de fútbol, ha ejercido la profesión 19 temporadas. Escritor en periódicos,
ha publicado una columna diaria, durante dos décadas, en tres periódicos ceutíes.

domingo, 9 de julio de 2017

Los independentistas son unos pelmazos

El sábado, viendo el programa de la Sexta Noche, traté por todos los medios de mantenerme despierto para oír lo que decían las partes enfrentadas en el conflicto que ha convertido a Cataluña en un patio de vecinos. Y lo hice, una vez más, con el deseo de aprender algo sobre ese particularismo prevaleciente tanto en País Vasco -ahora en estado de calma por intereses conseguidos- como en el País Catalán. Debo decir que no logré evitar las cabezadas. Ya que el tedio fue superior a los gritos de quienes participaron en la tertulia.

Oyendo a los contertulios, me acordé de mis lecturas de las obras de José Ortega y Gasset. Así que me voy a permitir transcribir literalmente este párrafo:

"Pocas cosas hay tan significativas del estado actual como oír a vascos y catalanes sostener que son ellos pueblos oprimidos por el resto de España. La situación privilegiada que gozan es tan evidente, que a primera vista, esa queja habrá de parecer grotesca. Pero a quien le interese no tanto juzgar a las gentes como entenderlas, le importa más notar que ese sentimiento es sincero, por muy injustificado que se repute Y es que se trata de algo puramente relativo. El hombre condenado a vivir con una mujer que no ama siente las caricias de ésta como un irritante roce de cadenas. Así aquel sentimiento de opresión, injustificado en cuanto pretende reflejar una situación objetiva, es síntoma verídico del estado subjetivo en que Cataluña y Vasconia se hallan".

El cual me lleva a pensar por qué preocupa tanto el nacionalismo afirmativo de Cataluña y, en cambio, no causa pavor, por ejemplo, que gallegos, andaluces, cántabros, asturianos, castellanos-manchegos, baleáricos y extremeños, decidan un día sacar a relucir ese nihilismo nacional al que tratan de darle matarile de la misma manera que se suele hacer con la imaginación. Por tener a ésta considerada como la loca de la casa.

El particularismo que vienen exhibiendo muchos catalanes demuestra de manera fehaciente que  han dejado de sentir a sí mismo como parte española y, en consecuencia, están dispuestos a no compartir los sentimientos de las demás. No le importan las esperanzas o las necesidades de los otros y no se solidizará con ellos para auxiliarlos en su afán. Ahora bien, es característica de tales catalanes mostrarse hipersensibles para sus propios males.

Mientras tanto, cada vez es mayor y enconada la lucha entre "nacionalistas" y "unitarios". Por consiguiente, el Poder central deberá prestar la incontrastable fuerza de que como Poder total goza, a una de las partes contendientes; naturalmente, la "unitaria". Esto es lo que piden los centralistas catalanes. Quienes, si pudieran, volverían a expresarse así: "Los separatistas no deben ser tratados como españoles; todo se arreglará con que el Poder central envíe a un gobernador que se ponga a nuestras órdenes". 

El problema es, sin duda, que mandar no es simplemente convencer ni simplemente obligar, sino una exquisita mezcla de ambas cosas. No en vano la sugestión moral y la imposición material van íntimamente fundidas en todo acto de imperar. Y no creo que los españoles tengamos ahora a un personaje capaz de poner orden a escala nacional. 

Ortega y Gasset sentenció así: "A los españoles nos tocará conllevar a los catalanes toda la vida".  Es decir, soportarlos. El catalán es economicista; el clima es bueno cuando la economía es buena, malo cuando la economía es mala. Es una región materialista. Salvador Pániker,  ingeniero, filósofo y escritor -recientemente fallecido-, decía que Cataluña es un país materialista. Un materialismo a veces chato, a veces festivo. Y remataba la faena con esta estocada hasta la bola: "Seamos franco: el catalán es un ser profundamente aburrido -se aburre y aburre-, y sólo se hace interesante y universal cuando está tocado por la tramontana".

Los catalanes, no todos, parecen sicialianos: no les gusta el Estado, no les gusta pagar impuestos, no les gusta la milicia. Eso sí, "el Barça sigue siendo el ejército de un país desarmado". Frase que popularizó el gran escritor Manuel Vázque Montalbán. Quien le dio alas al nacionalismo catalán, cuando él se encontraba peleado con el resto del mundo.

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