A un intelectual del deporte rey que se escucha cuando habla con acento de
Buenos Aires, a pesar de que lleva muchos años en España, le dio por decir un día que a Isco Alarcón le cabía todo el fútbol en
la cabeza. Y su fábula le dio al jugador malagueño apariencia de ser más
valioso de lo que es. Con el fin de engrandecerlo de glorias deportivas.
Los
mitos tardan nada y menos en crearse y duran una eternidad en ser bajados del
pedestal donde se mantienen gracias a quienes los protegen de todo mal por ser,
dicen ellos, futbolistas propensos a extinguirse. Mirlos blancos.
Isco
lleva varias temporadas en el Madrid y fue la pasada cuando tuvo tres
actuaciones brillantes, actuando en una demarcación que es donde más rinde: como
centrocampista ofensivo y situado a la altura del mediocentro rival. Ahí rayó a
gran altura en el Estadio del Manzanares, en el de Riazor y también en El Molinón. Y pare usted de
contar.
El
jugador nacido en Arroyo de la Miel está menos capacitado para asumir otras
misiones concretas que no sean las reseñadas en el párrafo anterior. Y, desde
luego, nunca debería confiársele la dirección del juego del Madrid: equipo que
se distingue por buscar la portería contraria con celeridad preñada de
precisión. Con el fin de aprovechar la velocidad de sus delanteros en los ataques sorpresivos.
Cuando
Zidane le permite a Isco que juegue a su libre albedrío y fluyen los pasecitos
cortos y horizontales, los regates innecesarios, los desplantes y adornos
barrocos, y sobre todo ese deseo evidente de moverse por todas las zonas del campo para acaparar el
balón, el Madrid pierde su identidad y sus compañeros se empequeñecen.
Quienes
más padecen semejante despropósito son los delanteros. Los cuales, ya de por sí
rodeados de adversarios, cuando reciben el balón con tanta demora las pasan canutas para salir
airosos del lance. Cierto es que a estas alturas el juego de Isco no va a
cambiar. El problema es que su proceder está poniendo en entredicho la valía de
la BB y de otros compañeros.
Calamitoso
fue el rendimiento de Isco frente al Manchester United. Y qué decir del petardo
que ha pegado ante el Manchester City. Un equipo que se limitó a atosigar a los
jugadores madridistas y éstos no fueron
capaces de pasar el medio campo con la rapidez exigida a ese hostigamiento.
A la mala actuación de Isco conviene sumarle la de Marcelo. Sus habituales virguerías han servido para que por su banda fraguaran los ingleses la victoria y el principio de la goleada. Tampoco conviene echar en saco roto el que Carvajal siga empeñado en parecerse cada día más a Marcelo. Sobre todo en lo peor: en sus deficiencias defensivas.
A la mala actuación de Isco conviene sumarle la de Marcelo. Sus habituales virguerías han servido para que por su banda fraguaran los ingleses la victoria y el principio de la goleada. Tampoco conviene echar en saco roto el que Carvajal siga empeñado en parecerse cada día más a Marcelo. Sobre todo en lo peor: en sus deficiencias defensivas.
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