Hubo un
alcalde, cuyo nombre no viene al caso mencionar, que estuvo seis años tratando de devolverle a Jerez de la Frontera el prestigio que había
ido perdiendo con el paso del tiempo. Y fue distinguido con varios
títulos por la extraordinaria labor realizada. Aunque de él se contaba la siguiente anécdota.
En llegando la hora del aperitivo salía de su despacho en el Ayuntamiento para
acceder a un bar cercano donde tras pedir una copa de oloroso para hacer boca,
debido a la generosidad de este vino, inmediatamente le era servido un Fino La
Ina con su correspondiente tapa. La visita que era casi diaria, siempre
terminaba de la misma manera: dando las gracias al personal… Pero jamás se metía la mano en el bolsillo para pagar las consumiciones.
El
propietario del bar (curtido en mil batallas y harto ya de ver cómo el alcalde se hacía el lipendi a la hora de
pagar, y sabedor también que cualquier requerimiento al efecto podría
convertirse en la respuesta avinagrada de un político herido en su amor propio) decidió contratar los servicios de un chaval
del barrio de Santiago. El cual andaba siempre merodeando por la calle Larga
para ganarse los “grabieles”. La misión
que le encomendó fue la siguiente.
Nada
más salir el alcalde de tomar sus copas en el bar, a él le correspondía gritar a voz
en cuello, desde una atalaya que lo hiciera invisible: "¡Alcalde, que te las bebes y no las pagas!". Y a partir de ahí al chaval no le quedaba más remedio que miñar
como Zátopek y sin dejar rastro. Esa
expresión de ¡Alcalde, que te las bebes
y no las pagas! se hizo popular -a
mitad de los sesenta y comienzo de los setenta- en toda la provincia gaditana.
Y la
saco a colación porque el miércoles pasado, tras tomar el aperitivo con un amigo en el Hotel Ceuta Puerta de África, me acordé, a la
hora de pagar, que ese ejercicio lo vengo yo haciendo desde que pisé el
establecimiento por vez primera y de eso hace ya la tira de años. Y desde luego también sé que a nuestro alcalde nunca podrá nadie decirle que empina el codo sin pagar. Pues ni bebe ni alterna.
Así que
mi pregunta sigue siendo la misma desde que supe lo que supe...: ¿quiénes han dejado a
deber grandes cantidades de dinero en el hotel y con las que se podrían dar de comer, durante años, a muchas familias necesitadas? Los empleados se muerden la
lengua. No vaya a ser que sean ellos los que tengan que pagar los vidrios
rotos de una mamandurria a la cual estuvieron muchos apuntados en días de vino y rosas.
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