Llamar a la Selección Española La Roja
siempre me pareció una cursilería de tomo y lomo. Es más, dada la suerte
que tuve de intimar con Luis Aragonés, dudo que fuera quien encontró semejante hallazgo. Pues Luis
tenía de remilgado lo que yo de taxidermista. Así que nunca he asumido
que la Selección sea nominada de tal manera. Pero el asunto es el siguiente:
Cómo no, si no quieres caldo, tres tazas.
Pues
ahora resulta que la Selección sub-21, repleta de extraordinarios jugadores,
todos ellos pertenecientes a clubes destacados del fútbol patrio y extranjero,
recibe el nombre de La Rojita. En este caso, además, la insoportable cursilería va cogida de la
mano de un diminutivo que me enconcora todavía más. Dado que no hace sino
empequeñecer y quitarle importancia, sin duda, a ese grupo de magníficos jugadores veintenarios.
Del
partido que jugó ayer la Selección sub-21 de España con la de Portugal, excelente adversaria,
debo decir, cuanto antes, que la mejor opinión del partido está firmada por Santiago Segurola, en el Diario
As, bajo el título siguiente: “Mucha
pólvora y poco diseño”. La cual he
leído esta mañana. Y por estar de acuerdo con su autor, creo que debo
recomendarla.
La
Selección Española sub-21 es muy buena. Pero tampoco es menos cierto que el
seleccionador debe ayudar a que sea mejor y nunca estar a expensas del talento
de quienes la forman. Que Portugal hiciera uso y abuso del medio campo -zona
vital, en la que se cuecen triunfos y derrotas-, durante muchos minutos del
partido, debió ser cortado de raíz por Albert
Celades. Pero éste daba muestras evidentes de sufrir
obnubilación. Incapacidad de pensar con claridad para corregir lo que no
funcionaba.
Lo que
no funcionaba, a pesar de la calidad de los jugadores españoles, amén de su
entrega constante, era la distribución de éstos en el césped. Marco Asensio, situado en la banda
izquierda, hubo de correr constantemente detrás de Cancelo; lateral cuya misión
principal es atacar más que defender. Porque así lo tienen previsto en su
selección.
Semejante
yerro, cada vez más acentuado, dado que Saúl,
extraordinario futbolista, se mostraba remiso a la hora de ayudar a su
compañero Yonny –lateral zurdo-,
produjo desconcierto en el medio campo español y, por tanto, hizo posible que
los portugueses tuvieran innumerables ocasiones para marcar gol. Menos mal que Kepa, sobrio y seguro en el juego por alto, como buen
arquero vasco, lo impidió.
Pero
hay más: Marcos Llorente, cuya misión, como
escudo de la defensa, lo sitúa en el
centro del centro del campo, con misiones concretas: una, oscilando desde el centro de una línea horizontal, por
delante de sus centrales, hacia los costados; y otra, un poco más adelantada, fluctuando en perpendicular. Con el fin de recoger
rechaces y salir al paso de cualquier
adversario infiltrado, o bien incrustándose entre sus centrales. Llorente no estuvo mal, de ningún modo;
pero debe estar mejor. Por poseer muchas cualidades.
Los que
sí me defraudaron, y también a Segurola,
por lo que le he leído, fueron Meré
y Vallejo. En realidad, estuve más
pendiente de la actuación de Vallejo.
Por ser jugador del Madrid y, cómo no, porque quería verle actuar en el lado
izquierdo de la defensa. Demarcación en la que el Madrid necesita un zurdo
urgentemente. Y me defraudó. Es derecho y lo pasa fatal cuando le buscan su
lado ciego. Luego, así es el fútbol, ocurrió que fue elegido el jugador del
partido.
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