La enseñanza de los refranes

Comienza el mes de mayo, en apenas dos horas, y a mí se me ocurre pensar en el refranero. Existen varias definiciones del refrán, pero todas ellas coinciden en una característica: “Dicho agudo y sentencioso del sentido común”. También se suele decir que es la sabiduría de las naciones”. Lo cierto es que, bajo formas diversas –ya sea a modo de consejo, sentencia, censura o advertencia-, los refranes siempre enseñan algo. En suma, que explican las experiencias de la vida en un tono popular, amañado, con más o menos gracia, y en muchos casos tienen una explicación científica paralela.

Yo me acuerdo de lo que le dijo una mujer hermosa, inteligente, liberal y que disfrutaba de la independencia que ella se otorgaba hasta donde le era posible, un Primero de Mayo, a otra mujer que aprovechaba cualquier oportunidad para intentar zaherirla. “Mira, Fulana, en vez de preocuparte de si yo viajo, si mi pareja viaja o si nos llevamos bien o mal, creo que deberías aprender lo siguiente: en mayo, cada oveja con su pareja. Que tienes cara de activa pero sin disfrutar del asunto”.

La anécdota corresponde al mayo de 1983 y yo fui testigo de ella. Ese mismo mes los periódicos venían saturados de mensajes políticos en Ceuta. La lucha por el poder municipal era diaria. José Luis Godino, empleado de la Caja de Ahorros, aireaba su convencimiento acerca de las cualidades que adornaban a Germán Borrachero  -un tipo estupendo y que nos dejó muy pronto- para ser alcalde de Ceuta.  De la misma opinión era Alfonso Conejo, como militante de la Agrupación Electoral Ceuti.

En ese mes de mayo del mismo año, Manolo Peláez, delegado del Gobierno, nos decía lo mucho que le preocupaban las instalaciones de la Sanidad ceutí. Y lograba ganarse la ira de muchos caballas por calificarlas como las peores que había en España. Pero MP, político que había sufrido lo suyo, respondía así: “No descansaré hasta que a Ceuta no vengan los mejores especialistas”. Actualmente, los hay. Aunque tendría que haber algunos más.

En esos primeros días del mes de las flores, un tal Aróstegui, Juan Luis él, hablaba como si el comunismo estuviera en su mejor momento. Craso error. Pero aún era peor que al perorar sin descanso en periódicos y emisoras de radio, no se le cayera de la boca ese espantajo de a nivel de, en vez de en relación con y que dijera a continuación este país, por España. Así que yo me dije entre mí: de dónde habrá sacado este tío ese pulcro sucedáneo preposicional. De modo que bien pronto entendí por qué era votado nada más que por su familia y por cuatro individuos que pululaban por la Plaza Vieja.

A Germán Borrachero, precisamente, le dije yo, en plan jocoso, que como se le ocurriera decir a nivel de se iba a enterar de lo que valía un peine. Pero ese 3 de mayo llegó a la tertulia con el ceño fruncido. Cosa rara en él, puesto que siempre le bailaba una sonrisa en la comisura de los labios. Su cabreo, según me dijo, era debido a que le digustaba enormemente que la agrupación que él lideraba fuera confundida con la de Serafín Becerra. Y a mí se me ocurrió recomendarle lo siguiente. Querido amigo: vivimos dos días... y tampoco es cosa de que te vaya a dar un patatús por cuestión tan baladí. Pero no atendía a razones. Era la primera vez que yo veía sus facciones desencajadas. Y es que la política nunca ha sido ni es ni será propicia para la amistad.