Jugar como lo ha hecho el Madrid en Riazor es muy difícil. Superarlo es imposible. Hacía ya mucho tiempo que yo no veía fútbol de tantísima altura y sobre todo basado en un juego de conjunto. Gracias a la acertada distribución de los jugadores en el césped y a la solidaridad con que todos han actuado. El sistema táctico empleado por Zidane lo interpretaron sus jugadores de maravilla. Porque era fácil y les venía como anillo al dedo a sus cualidades. Y, por si fuera poco, todos ellos pusieron desde el comienzo del partido un enorme entusiasmo.
Todo empezó a fraguarse por las bandas, en las que Marco Asensio y Lucas Vázquez hacían de extremos de ida y vuelta para que ni Danilo ni Marcelo tuvieran problemas. Cometido que ambos realizan de manera extraordinaria. Dejando que por dentro, como medias puntas, se instalaran James e Isco; ambos no sólo en estado de gracia sino que, además, trabajaron de lo lindo en todo momento. Por delante, Morata se bastaba y se sobraba para poner de los nervios a los centrales gallegos.
Ni que decir tiene que el Madrid, con esa disposición táctica, apuntalada en el centro del centro del campo con un Kovacic imperial, hizo posible que sus defensas rayaran también a gran altura. Fue tan formidable el juego del Madrid, con y sin balón, que en la primera parte los de Zidane pudieron hacer muchos goles. Los evitaron Lux, los postes, un gol anulado que era válido y remates fallidos cuando ya se cantaban los goles. Si bien es cierto que el gol de Andone en el minuto 34 animó al equipo dirigido por Pepe Mel.
La segunda parte fue más de lo mismo; es decir, una exhibición de un Madrid excelente, debido a que funcionaban todas sus líneas y primaba el bloque por encima de las individualidades. Lo cual no impedía en absoluto que la calidad de casi todos sus futbolistas no se reflejara a cada paso. Y era así, a pesar de que Mel decidió colocar tres centrales y poblar su medio campo con cinco jugadores. Pero ¡que siquiere arroz Catalina!
Vamos, que el Madrid seguía actuando con una fuerza inusitada y buscando más goles. Y, claro, a los conseguidos por Morata, James y Lucas Vázquez en la primera parte, se unieron los de James, Isco y Casemiro en la segunda. Mientras que Joselu hacía el segundo para su equipo. Y es que el Madrid seguía jugando con la máxima de uno para todos y todos para uno. Moviendo el balón a mucha velocidad y haciendo de los desmarques en carrera un continuo ejercicio de poderío.
Hoy se hablará de Isco, que ha vuelto a demostrar que es de media punta donde mejor se desenvuelve; se hablará de la calidad de James y por qué no de su capacidad de sacrificio; del tesón, velocidad y habilidad de Morata, merecidamente. Aunque sería injusto no loar a Kovacic. Cuyo partido como medio centro merece elogios. Pues hubo momentos donde rayó a gran altura. Por su capacidad de conducir el balón desbordando líneas y su sacrificio como escudo de la defensa.
En fin, ganó el Madrid y lo hizo a lo grande. En un estadio difícil y en un momento complicado. Y lo hizo, entre otras cosas buenas, porque Marco Asensio y Lucas Vázquez trabajaron a destajo por los costados. Poniendo de relieve que calidad y esfuerzo no son incompatibles. A las pruebas me remito. Eso sí, sigo pensando que la actual plantilla del Madrid es la mejor que ha tenido en mucho tiempo.
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