El sistema empleado por Ancelotti era muy simple pero su equipo pronto empezó a hacerle daño al Madrid. La clave era Arturo Vidal. Un tipo que sale al campo y es capaz de hacer muchas cosas y casi todas bien; excepto cuando se mete en berenjenales innecesarios. Se situo el chileno a la altura de Xavi Alonso y ambos dejaron unos metros más adelantado, por la derecha, a Thiago. Por delante dos extremos curtidos en mil batallas y tan veloces como peligrosos: Robben y Ribery; quienes trataban por todos los medios buscar con sus centros al siempre oportunista Müller. Detrás, el Bayern Múnich jugaba con Lhan, Martínez, Boateng y Alaba. Y sobre todo con un portero soberbio: el archiconocido Neuer. De no haber sido por él, ahora estaríamos hablando de una goleda madridista.
El error del Madrid, que le pudo costar muy caro, fue no tener prevista la manera de evitar la autoridad con la que jugaba Vidal. Ora haciendo de volante defensivo, ora ordenando el juego, ora convirtiéndose en el mejor rematador de su equipo. Tarea que invitaba a Zidane a pensar de qué manera había que impedir que semejante futbolista siguiera siendo una pesadilla para sus jugadores. El gol logrado por Vidal ponía un broche de oro a su destacada actuación hasta entonces. Menos mal que falló el penalti -que no lo fue- cuando el primer tiempo estaba a punto de extinguirse. En fin, que lo ocurrido dejaba muchas dudas. A pesar de que los componentes de la BBC parecían tener asumido su papel de gregarios.
Pero llegó el gol de Cristiano en el primer minuto de la segunda parte y el partido cambió radicalmente. Pues el portugués entró en un estado de gracia que nos hizo recordar sus mejores tiempos. El Madrid se entonó y el Bayern acusó el empate. Más pronto iban a suceder dos cosas que serían definitivas para que los muniqueses se hundieran de tal modo que, gracias a su portero, no encajaron una derrota escandalosa. Se fue Bale, con molestias musculares, y Marco Asensio hizo acto de presencia en el césped. La segunda fue la expulsión de Martínez.
El jugador mallorquín sacó a relucir su repertorio de figura grande. Y movió al equipo como si llevara toda su vida siendo el señor encargado de dirigir a un conjunto donde quien no tiene galones ha de comportarse como si fuera el chiquillo de los recados. Menudo disfrute ver a Asensio jugar de la manera que lo hizo. Una manera que elevó aún más el buen hacer de Kroos, impecable; y hasta de un Modric venido a menos, últimamente. Incluso tomó aire un desmejorado Casemiro, a quien le tendieron una trampa con Vidal. Y que a punto estuvo costarle caro al Madrid.
Ancelotti, ante la avalancha de juego madridista, comenzó a hacer cambios. Salieron Xabi Alonso, Ribery y Müller. Todos lo hicieron mascullando palabrotas, mientras que el rostro del entrenador italiano se encendía de tal forma que parecía estar a punto de congestionarse. Y es que la papeleta que tenía por delante era de muy difícil solución. Por más que tratara de solucionarla echando mano de jugadores veloces con el fin de sorprender al equipo de Zidane en cualquier despiste.
Los despistes continuaron sucediéndose en el equipo alemán. Lo cual nos permitió ver a un portero de verdad. De los que ganan partidos. El segundo gol de Cristiano era el premio a una buena actuación del portugués. Y sobre todo era el premio a un Madrid que jugó de dulce la segunda parte. Dirigido por un joven mallorquín, llamado Marco Asensio; quien habla poco pero que juega como mandan los cánones futbolísticos.
James y Kovacic apenas jugaron unos minutos.
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