Blog de Manolo de la Torre


Entrenador de fútbol, ha ejercido la profesión 19 temporadas. Escritor en periódicos,
ha publicado una columna diaria, durante dos décadas, en tres periódicos ceutíes.

viernes, 31 de marzo de 2017

Monchi: El hacedor de la grandeza del Sevilla


Si usted dice que Ramón Rodríguez Verdejo es una estrella mundial en su especialidad, seguramente millones y millones de personas no sabrán de qué les habla. Pero si usted decide mencionarlo por su sobrenombre, Monchi, seguro que su fama prevalece desde hace un chaparrón  de años hasta allá donde el viento da la vuelta. O en los chirlos mirlos. Que para el caso está igual de lejos. Y, claro, inmediatamente le dirán que ese señor, nacido en la Isla de León, es el mejor director deportivo que hay el planeta fútbol.

Desde hace nada, Ramón Rodríguez Verdejo, Monchi se ha convertido en la baja más importante del club hispalense. Y se ha ido cubierto de gloria por un trabajo que ha redundado no sólo en los muchos títulos obtenidos por  el Sevilla, sino también porque el club puede presumir de ser ahora mismo más rico que Creso. Debido a que ha comprado a precio módico y ha vendido a precio casi prohibitivo.

Leyendo unas declaraciones de Monchi, isleño culto -aunque yo creo que él prefiere el apelativo de cañaílla al gentilicio-, uno entiende perfectamente que no ha habido más misterio en su quehacer exitoso que el siguiente: practicar el seguimiento de jugadores como se ha hecho toda la vida por parte de quienes conocían sobradamente el oficio de ojeadores, si bien con más medios humanos y sobre todo tecnológicos.

Enumeremos algunos de esos secretos profesionales que han existido siempre. Ver a los futbolistas en distintas circunstancias: en su estadio, lejos de él, y en un ambiente hostil; ante equipos potentes y contra los débiles. Y, desde luego, mirando con lupa de qué modo son capaces tales futbolistas de soportar los estados emocionales en circunstancias adversas.

Yo recuerdo que Pedro Eguiluz, cuando trabajaba a las órdenes de Miguel Malbo, y se recorría los campos españoles para ver jugar a futbolistas que gustaban en la sede madridista, me contó un día las razones que tuvo para informar mal de Amador Cortés García, Amador, jugador a la sazón del Deportivo de la Coruña, y que terminaría siendo contratado por el Atlético. Amador se enfrentaba a los árbitros cada dos por tres. Un día, comiendo en la Casa Gallega de Palma de Mallorca, de la cual Amador era propietario, se lo conté. Y me dio la razón.

Otro detalle de los métodos de trabajo que han convertido a Monchi en una figura indiscutible como director deportivo es, naturalmente, el modo con el cual se acerca al entrenador de su equipo y le pone por delante tres informes de jugadores cuyas cualidades son las exigidas por el técnico para completar una demarcación en la plantilla. Y el entrenador dice que los tres le agradan. Y Monchi, lógicamente, se decide por el traspaso menos complicado y de menos cuantía económica.

Semejante labor, que exige personas cualificadas y sobre todo que no tengan ni muñecos en la cabeza ni campana de vela, termina dando éxitos y poniendo las arcas del club a resguardo de las telarañas de la ruina durante un tiempo indecible. Monchi, cañaílla o isleño, culto, educado, inteligente…, es consciente de que ha dado un paso tan decisivo cual necesario, despidiéndose del Sevilla.

Pero -ya salió a relucir el inoportuno adversativo tan español-, tampoco desconoce que no en todos los clubes le van a permitir que los fichajes se hagan siempre atendiendo nada más que a su voluntad y a sus conocimientos. Por razones  de todos sabidas y que no vienen al caso reseñar. Es más, creo que el  adiós de Ramón Rodríguez Verdejo, Monchi al Sevilla, por más que lleve muchos años en la entidad y necesite un cambio de aire, puede haberse acelerado por desencuentros con los directivos. Y es que las relaciones, por muy buenas que sean, hay que renovarlas todos los días. Y, aun así, se acaban marchitando. Es ley de vida. Y por ende del fútbol.



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