Blog de Manolo de la Torre


Entrenador de fútbol, ha ejercido la profesión 19 temporadas. Escritor en periódicos,
ha publicado una columna diaria, durante dos décadas, en tres periódicos ceutíes.

domingo, 12 de febrero de 2017

Sobremesa dominical

Hay matrimonios con los que mi mujer y yo solemos comer de higos a brevas. Y, cuando ello sucede, debo decir que el ambiente que reina entre nosotros es muy bueno. Y, desde luego, disfrutamos de lo lindo durante la sobremesa. Tanto que nos hace perder la noción del tiempo. En esta ocasión, domingo por más señas, surge el tema de las relaciones entre parejas. Y a mí se me ocurre comenzar el debate de esta guisa.

-Yo pienso que el mundo sería un caos sin las mujeres. Y que son ellas las que velan por el bienestar individual, por la cohesión del grupo familiar, por la supervivencia entre generaciones. Y sobre todo las que obran el milagro de llegar a final de mes lo mejor posible. Incluso siguen mandando en la casa por más que muchas trabajen fuera de ella.

-MS responde que está de acuerdo conmigo. Y no duda en reconocer que en su casa mandó siempre su madre. La cual sabía, cómo no, darle su sitio a su marido. Cierto es que los tiempos han cambiado. Claro que sí. Pero las mujeres continuamos manejando la sartén por el mango con la sutileza que nos caracteriza. Me estoy refiriendo a matrimonios bien avenidos. Pues también en mi adolescencia -dice MS- las disputas entre parejas eran tan sonadas como para que intervinieran los vecinos en evitación de males mayores.

AP nos cuenta la siguiente anécdota, con el fin de hacer hincapié en la autoridad que han ejercido siempre las mujeres en la casa.

-Santiago Ramón y Cajal -Premio Nobel de Medicina- fue invitado a comer en la casa de la marquesa de Villavieja, célebre por sus reuniones intelectuales, y Cajal dijo que no iba porque no tenía ganas de vestirse, ni de ponerse esmoquin, pechera dura, ni nada de eso. Pero la señora encargada de telefonear concretando las invitaciones habló con la mujer de Cajal y le explicó la respuesta de su marido. La mujer de Cajal le dijo:

-Esté usted tranquila, que Santiago irá.

Y efectivamente fue. Esto demuestra la estructura del hogar de Cajal, tan típicamente español. Era un hombre bonachón y llano, absorto en su trabajo, que delegaba en su mujer las relaciones sociales y demás inquietudes diarias, como les sucedía a otros intelectuales de la época. Pues bien, siguió diciendo AP, hoy, cambiando lo que ha de cambiarse, sigue sucediendo lo mismo en cualquier casa de medio pelo.

Los reunidos, nueve en total, me pidieron que dijera algo acerca de la anécdota. Y a mí se me ocurrió recitar de memoria algo que leí hace ya muchos años: La idea de que el hombre como tal hombre es necesariamente más feliz y lleva una existencia más color de rosa que la de la mujer, me parece bastante grotesca, porque, al fin y a la postre, hay muchos hombres que no son tan felices como se pretende (Marguerite Yourcenar).


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