Ojeando mis apuntes, en tarde sabatina, hallo uno que le corresponde a Mustafa Mizzian. Que no es más que un extracto de cuanto escribí acerca de él desde que le conocí hasta su muerte. De la cual se van a cumplir siete años el próximo 8 del mes que corre. Y he decidido recordarlo para que siga estando presente entre quienes siempre valoramos su modo de ser. Con sus grandes aciertos y sus errores. Pero en todo momento atento a prestarle oído a los más necesitados. Hasta el punto de que Juan Vivas dijo de él que había instalado "su despacho en la calle".
De Mustafa Mizzian podría yo contar un turbión de anécdotas. Las que le dieron popularidad suficiente para convertirse en un político singular. Pero de él, y nunca me cansaré de decirlo, conviene destacar su negativa a pactar con el GIL. Una decisión que fue crucial para el devenir de Ceuta y del Partido Popular. Determinación tomada por los dirigentes del Partido Demócrata y Social de Ceuta y que nunca se valoró en su justa medida. Eso sí, aun siendo la más importante, conviene decir cuanto antes que no fue la única... pero no viene al caso contarlas hoy.
Me presentaron a Mustafa Mizzian en los años ochenta. Lo hizo Jesús Cordero. Cuyas numerosas lecturas le habían dado un importante bagaje intelectual, amén de ser un maestro muy conocido en el ámbito de los estudios históricos. Y, por supuesto, sus adversarios temían la agudeza de los epigramas con que los ridiculizaba. Pues bien, a MM nunca le arredró semejante contertulio y amigo a la hora de debatir con él.
Así que pronto descubrí las ansias de saber que había en Mizzian. Y las ganas que tenía de participar en la política activa. De modo que no me causó sorpresa alguna cuando logró convertirse en un político destacado en la ciudad. En cuanto tocó poder en el Ayuntamiento, MM fue un concejal accesible en la calle. Por lo que pasear con él era asumir que uno tendría que estar más tiempo parado que andando. Tenía paciencia de Job con todas las personas que lo abordaban.
Debo resaltar que eran imprevisibles sus intervenciones en las sesiones plenarias. Conque no dejaba a nadie indiferente. En ocasiones, por razones obvias, se metía en jardines. Pero soportaba las respuestas acerbas con su proverbial estoicismo. Pues sabía perfectamente en qué momento era yunque o martillo.
Cuando a mí me preguntan por Mustafa Mizzian, yo siempre destaco su cultura. Una cultura histórica, adquirida con entrega y apremio; tal vez por las exigencias que le requerían sus sesiones dialécticas con Jesús Cordero. Y de la que el dirigente del Partido Democrático y Social de Ceuta supo hacer uso en la conversación y el trato social. En fin, que dentro de cuatro días se cumplen siete años de la muerte de un hombre que dejó huella. Y yo he querido recordarlo. Por sus merecimientos.
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