Hoy he pasado una mañana ajetreada. Y, tras cumplir con mis obligaciones, he coincidido con varios conocidos, que son treintañeros, en el lugar adecuado para tomar el aperitivo.Y, aunque ustedes no lo crean, el fútbol no ha sido motivo de conversación en ningún momento. Lo cual no quiere decir que a los allí reunidos se les pueda tachar de falta de interés por cuanto concierne al deporte rey.
Yo se lo achaco a que uno de ellos me preguntó -nada más llegar- si yo había mantenido buenas relaciones con Francisco Fraiz Armada. Antes quise saber el motivo de su deseo. Y me respondió que estaba interesado en conocer qué clase de persona era. Y le contesté que sí. Y no dudé en aclarar mi respuesta. Ante la consiguiente atención del personal.
Francisco Fraiz Armada, lo he repetido hasta la saciedad, sabía estar en la calle. Era campechano y espléndido a la hora de alternar. Así que pocos le ganaban a meterse la mano en el bolsillo para convidar a tutiplén. Era un engatusador de votantes. Sobrado de palique, andaba siempre dispuesto para lisonjear, mimar y atender al primero que se le acercaba. Aunque éste llevara tres meses y un día sin ducharse. Lo soportaba todo con buen talante. Vamos, con estoicismo ejemplar. De modo que a nadie le extrañó que se convirtiera en alcalde como candidato del Partido Socialista Obrero Español de Ceuta.
Mi interlocutor intervino para decirme que él tenía otra versión muy distinta a la mía. Pero que respetaba mi opinión... Así que no tuve más remedio que continuar con mi explicación.
Paco Fraiz, en cuanto tocó poder, sufrió una transformación radical. Fue jurar el cargo y convertirse en un hombre mudable, irascible y siempre presto a tronar para intimidar a todo quisque y así dejar claro quién era el gallo del corral. Pronto, muy pronto, se reveló como un auténtico amante de los hechos consumados. Y se fue labrando su ruina política.
Los contertulios, a medida que yo les contaba mi versión del personaje, me prestaban más atención. Aunque me inquirían sobre la honradez de Fraiz. Y les dije que su honradez estuvo siempre fuera de toda duda. Que lo condenaron sus escándalos. Los cuales surgían en la misma medida que aumentaba la decepción entre sus votantes y su encanto iba mermando a paso de legionario.
No obstante, Francisco Fráiz, tras ser desalojado de la alcaldía, por una moción de censura, volvió a ser alcalde al frente de un partido localista: Progreso y Futuro de Ceuta. Prueba evidente de que aún seguía contando con el beneplácito de muchos ceutíes. Y volvió a cometer los mismos errores. Por su forma de proceder, yo no tuve inconveniente, en su momento, en echar mano del refranero: "La cabra siempre tira al monte".
¿De nuestra amistad? ¿Queréis saber si entre Fraiz y yo se mantuvo?
De ningún modo. Debo decir que mi amistad con Francisco Fraiz duró mientras aspiraba a ser alcalde de Ceuta. Luego, una vez sentado en la poltrona, dado que tenía tripas por estrenar, yo no quería verlo ni en pintura. De Paco Fraiz, y me apena decirlo, no se acuerda nadie... Bueno, te has acordado tú por el simple deseo de tirarme de la lengua.
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