No recuerdo si JMS ha pasado ya por este blog de mis queridos conocidos ni tampoco lo voy a comprobar, pues que no me importaría la repetición, ya que si alguien se la merece es él. A quien no veía desde hace muchos meses. Así que ha sido verle y sentir la satisfacción de quien halla a un amigo con el cual compartí muchas horas de trabajo en El Periódico de Ceuta. Fue en una nave fría y destartalada, situada al final del Muelle de Poniente, donde se forjó muestra amistad, mientras escribíamos con la música de fondo de la linotipia.
Decir unas palabras sobre Javier Martí es evocar una época en la que ambos habíamos decidido escribir en periódicos sin haber pasado por la Facultad de Periodismo. Por motivos bien distintos. Aunque afrontamos el reto atiborrados de ilusión y con un deseo evidente: agradar a nuestros lectores. Así que nos dedicamos de lleno a la lectura. Y es que los dos sabíamos que lo que contaba, sin duda alguna, no es lo que dijeramos, sino como lo decíamos.
Así que aprovechábamos cualquier momento para hablar de adverbios, de adjetivos, de sustantivos... y de cómo convenía repartirlos o sustituirlos por otros en nuestros escritos. Y Javier, buen orador y siempre prendado del estilo en el escribir, decía elevando un poco el tono de su voz: "El sentido -según Pascal- recibe de las palabras su dignidad". Ahí está el secreto del estilo..., Manolo. Y yo, como no podía ser de otra manera, le seguía la corriente.
Por mantener nuestro estilo, convencidos de que con él a lo mejor seducíamos a nuestros lectores, hubo momentos en los que JM y yo mantuvimos nuestras diferencias con algunos compañeros. Discusiones de poca monta. Javier se mostraba ya interesado en escribir sobre La Legión. Y me decía que se pasaba horas y horas investigando en la biblioteca. Así que no me sorprendió el día que presentó el primer libro de los dos que le ha dedicado a la obra de Millán Astray. Y que le ha valido, entre otras cosas, para ser Legionario de Honor.
Javier Martí -además de escribir en periódicos- hizo televisión; demostrando que hablando muy bien y con su cara de no haber roto nunca un plato, es muy fácil agradar a los telespectadores. Agradar significa saber hacer agradable, gracioso y atractivo cualquier argumentación; significa persuadir, convencer, conmover... Es lo que hacía él. Y, claro, tenía éxito.
Javier me contó que está tratando de superar unos achaques que no lo dejan vivir en paz. Y me preguntó cómo me las apaño yo para llevar tan bien mis años. Y le respondí así: "Envejecer es tan sencillo como inevitable: basta vivir". Y sobre todo procurar por todos los medios hacerlo con gracia y comprensión, que es la mejor fórmula para ser siempre joven y como tal que lo consideren a uno.
Javier y yo nos dimos el abrazo de la amistad añeja.
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