Las discordias intestinas en el seno del Partido Obrero Socialista Obrero Español siguen su curso. Mientras sus dirigentes parecen tomar las cosas como vienen. Es decir, con una conformidad que terminará desembocando, si no se obra un milagro, en otro fracaso electoral cuando llegue la ocasión. De hecho, si hubiera que acudir nuevamente a las urnas, dentro de unos meses, nadie duda de que el Partido Popular volvería a ser el ganador y con mayor número de votantes. Lo cual no sería una tragedia para el socialismo. Pero si un hecho inquietante para el devenir de España en los momentos actuales.
Actualmente, y no deja de ser verdad de Perogrullo, se necesita un partido socialista fuerte. Tanto como para que afronte junto al PP el órdago a la grande que volverán a echar los independentistas catalanes. Siempre atentos a aprovecharse de las circunstancias adversas por las que atraviesa España. Sean de la índole que sean. Es entonces cuando ellos deciden hacer de su particularismo la mejor arma para tratar de romper la unidad nacional.
Como libro de cabecera tengo yo las Obras de Ortega y Gasset. Y, por tanto, me sé de memoria que "La esencia del particularismo es que cada grupo deja de sentir a sí mismo como parte y, en consecuencia, deja de compartir los sentimientos de los demás". No le importan a los independentistas las esperanzas o necesidades de los otros y no se solidarizan con ellos para auxiliarlos en su afán. En cambio, es característica de este estado social la hipersensibilidad para los propios males. Y no dudan en poner el grito en el cielo cuando se sienten víctimas.
El problema catalán, sigue diciendo el gran filóso y ensayista español, es un problema que no se puede resolver, que sólo se puede conllevar -soportar-, que es un problema perpetuo, que lo ha sido siempre, antes de que existiera la unidad peninsular y seguirá siéndolo mientras España subsista, y que a fuer de tal, -repito- sólo se puede conllevar.
Lo malo del particularismo es que va extendiéndose por toda España, bien que modulado diversamente según las condiciones de cada región, como una especie de nuevo cantonalismo. Eso sí, en Cataluña ha brotado nuevamente con un cariz agresivo por parte de las autoridades proclives a la independencia y que no se cortan lo más mínimo a la hora de hacer alardes desafiantes a las instituciones y a la Constitución. El desafío de los independentistas catalanes es grave. Tan grave como para que populares y socialistas sirvan de escudo protector de la unidad de España. Por ello es sumamente necesario que el PSOE recupere cuanto antes el pulso perdido.
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