Un amigo mío, que sabe más que Lepe, me dice que a medida que he ido cumpliendo años se ha ido apoderando de mí un deseo evidente de ponerme de parte de quienes están en mejor disposición de gobernar esta ciudad. Y le respondo que es cierta su apreciación. Tan cierta como para asegurarle que defenderé esas siglas por convencimiento de que no hay otras capaces de hacerlo mejor. Las siglas son las del Partido Popular.
Su pregunta no se hace esperar: ¿Cómo ha sido posible que hayas llegado a esa conclusión cuando hasta hace poco no lo tenías nada claro? Y mi respuesta es la siguiente: Mejorando, amigo, mejorando... Y te diré más: no conseguimos cambiar las cosas según nuestro deseo, pero poco a poco nuestro deseo va cambiando.
Nuestro deseo va cambiando a medida que somos conscientes de que la oposición al poder establecido es tan deficiente como para recurrir a una plegaria tan manida: ¡Virgencita déjanos como estamos... con este Gobierno presidido por Juan Vivas! De no ser así, de tener que soportar a un equipo de gobierno en el cual Juan Luis Aróstegui tuviera mando en plaza, yo no dudaría, incluso a mi edad, en coger el primer barco.
Y es que los mentirosos, cuando tratan por todos los medios hacerse con el poder, se consuelan incrustando en la composición de la falsedad que inventan un fragmento de hecho exacto, creyendo que así ganan algo y roban a la verdad algo de semejanza. Las mentiras de la coalición Caballas están hechas a la medida de quien jamás logró hacerse querer por los ceutíes.
Hay políticos cuya obcecación los ciega y jamás adquieren conciencia de sus mediocres posibilidades. Pero siguen empecinados en permanecer en sus puestos aun a costa de saber que jamás lograrán ocupar el cargo por el cual lampan desde que vestían pantalones cortos. Es el caso del hombre que logró cambiar las ideas de Mohamed Alí y lo acabó convirtiendo en un satélite suyo.
Por consiguiente, bien harían los dirigentes de la coalición Caballas en percatarse de que actuar es muy distinto de hablar, aun con elocuencia, y de pensar, aun con ingenio. Y ellos, afortunadamente, no están preparados para asumir la responsabilidad de gobernar esta ciudad. Pero siguen sin enterarse.
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