Blog de Manolo de la Torre


Entrenador de fútbol, ha ejercido la profesión 19 temporadas. Escritor en periódicos,
ha publicado una columna diaria, durante dos décadas, en tres periódicos ceutíes.

viernes, 6 de enero de 2017

Empresarios de raza y embaucadores

La crueldad no es un requisito previo para tener éxito en los negocios: que un empresario sea duro y desagradable es el mejor camino para que acabe destruido a la larga. Convertido en un ser despreciable a pesar de la acumulación de dinero. Ahora bien, pedirle a una empresa que limite sus beneficios es como decirle a una persona que reduzca su salud. Se lo oí decir a un gran empresario cuyo nombre no recuerdo en estos momentos.

Yo he trabajado para muchos empresarios. Como entrenador de fútbol he tenido como presidentes a muchos de ellos. Y debo decir algo que puede ser una contradicción: quienes más cumplieron con las cantidades firmadas, o incluso pactadas con un simple apretón de manos, pasaron por la cárcel por motivos bien distintos y que no vienen al caso reseñar. Por lo que es evidente que también he sufrido las consecuencias nefastas de aquellos que se las daban de emprendedores impolutos.

Ahora bien, más que temerle a los empresarios -que los hay de toda condición-, lo que más detesto en esta sociedad de hoy, sin duda alguna, son a esos tipos que critican ferozmente al capitalismo; es decir, a esa clase empresarial que ellos consideran que se aprovecha de los trabajadores para sacarles la plusvalía hasta de su sangre. Son los mismos sujetos que se las dan de protectores de los más débiles y presumen a cada paso de estar en posesión de una conciencia social digna de encomio.

Todos ellos hablan y hablan de su entrega diaria a favor de la clase trabajadora, pero a ninguno -tal vez haya alguna excepción- se le reconoce una buena acción. Destacan, eso sí, por nóminas de sindicatos, partidos o como correveidiles de propietarios de medios de comunicación. Vamos, que no sólo ganan una pasta gansa sino que, además, aprovechan su situación para colocar a los suyos por la cara. Y, de paso, tales individuos no dudan en hacerles la cama a quienes saben cómo se las gastan en la intimidad.

En la intimidad son unos sibaritas aficionados al buen vivir que si se les recorta un euro o un derecho a favor de la generalidad saltan como hienas exigiendo lo que es solo de ellos. Menos mal que existen empresarios de raza -que son todo lo contrario a unos explotadores proclives casi siempre a deber a sus empleados-, que empezaron desde abajo y con inteligencia, tesón, tenacidad y empeño han conseguido el éxito comercial con tanta rotundidad como para poder vivir sin tener que arriesgar más. Pero siguen al pie del cañón con el fin de generar empleo.

Tales empresarios existen en esta ciudad. No son muchos. La verdad sea dicha. Pero los hay. Y alrededor de ellos merodean embaucadores tratando de sacar partido del capitalismo al cual dicen detestar. La pena es que tales farsantes se sienten tan bien protegidos como para no ceder en su empeño. El de hacerse ricos con el menor esfuerzo. No obstante, no se les cae de la boca proclamarse defensores de los más necesitados.











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