Entre octubre de 2004 y septiembre de 2005, Emilio Carreira lo pasó mal. Había apostado por la presidencia de su partido y se las tuvo tiesas con el otro candidato. Y más que tiesas, que me suena a eufemismo, la disputa entre aspirantes alcanzó niveles de gresca destemplada, imperó la acritud, y hasta hubo denuncias que debieron evitarse. Puesto que lo ocurrido no beneficiaba a nadie.
Tras perder las elecciones, aunque por muy poco margen, EC, por ser inteligente, se dio cuenta de que había quedado en una situación desairada. Expuesto a la inquina de quienes esperaban ese momento para cebarse con él. Y si era posible darle por retambufa hasta aburrirlo. A ver si de esa manera se iba del partido.
Pasado el mal trago de aquellas elecciones por la presidencia del Partido Popular de Ceuta, hallé al entonces consejero de Economía y Hacienda sentado en una terraza céntrica y aproveché la ocasión para charlar con él. Y me pareció que los hechos ocurridos le habían afectado a su forma de ser. Así que me atreví a recomendarle que levantara el ánimo.
Y Emilio Carreira, echando mano de la raza que lo distingue, saltó como un resorte para contestarme que estaba más fuerte que nunca y que, por lo tanto, no estaba muerto políticamente. Así que le requerí una entrevista. Y al día siguiente me presenté en su despacho. Y lo encontré eufórico en todos los sentidos. Cierto es que el haber sido padre, entonces -si la memoria no me falla-, estaba influyendo en el estado de optimismo que presentaba.
En aquella entrevista, y dado que mis relaciones con Juan Vivas no eran las mejores, se me ocurrió preguntarle por él. Y ésta fue su respuesta: "Sigo dispuesto a prestarle a Juan Vivas todo mi apoyo para que éste se convierta en el presidente de un partido muy necesitado de restañar heridas recientes. Y también haré hincapié para que en el seno del partido se revise lo que se ha venido haciendo mal cuando disfrutábamos de un poder omnímodo".
En aquella entrevista, y a modo de presentación, escribí así: "Emilio Carreira es educado, sin duda; pero jamás trata de hacerse el simpático o de ganarse el afecto de los demás porque sí o porque sea bueno para la causa que representa. Le molesta hacerse pasar por lo que no es y nunca ha negado, al menos a mí, que no vale para repartir sonrisas ni dar abrazos a las farolas. Es su modo de ser y conviene tenerlo en cuenta a la hora de enjuiciarlo. De lo contrario, uno nunca sabrá a qué atenerse con un hombre cuya timidez es tanta cual peligrosa cuando decide soltarse el pelo. Es la ira de los tímidos y de la cual es mejor alejarse en su momento culminante".
Hace días, pocos días, estuve hablando con el consejero de Medio Ambiente. Y le pregunté por Juan Vivas. Y volvió a ratificarse en lo que ya dijo hace un porrón de años. Y, cuando me pidió mi parecer al respecto, se lo di sin tapujos. Y a partir de ahí la conversación cambió su curso para adentrarse por otros meandros.
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