Blog de Manolo de la Torre


Entrenador de fútbol, ha ejercido la profesión 19 temporadas. Escritor en periódicos,
ha publicado una columna diaria, durante dos décadas, en tres periódicos ceutíes.

lunes, 12 de diciembre de 2016

El Gran Capitán

Decía Kant que tres cosas ayudan a soportar las penurias de la vida: la esperanza, el sueño y el humor. De haber vivido el filósofo prusiano de la Ilustración, seguramente habría añadido un cuarto motivo para olvidarse de las circunstancias negativas a las que hay que combatir para no perder la costumbre de vivir: ver ganar al Madrid en los últimos segundos y que sea Sergio Ramos el jugador que consiga ese gol postrero y esperado con el corazón a punto de estallar.

Ahora bien, alcanzado ese momento culminante, que lleva trazas de convertirse en costumbre, quienes somos del Madrid debemos también aceptar que el hacedor de esos milagros de urgencia, tan celebrados en todo el orbe, haya sido antes el peor enemigo de su equipo por cometer errores de bulto en el área propia y hasta insensateces que a otros compañeros les costaría padecer críticas tan acerbas como para nunca más salir a jugar con la confianza imprescindible. Y el primero que debe aceptar semejante despropósito es el entrenador. En este caso, Zidane.

Denunciar lo mal que viene jugando SR como defensa, enumerar sus deficiencias y sus meteduras de pata, que han costado goles en momentos claves de partidos sumamente importantes, no parece que sea lo más conveniente ahora por parte de un escribidor que será tachado de todo menos de bonito. Debido a que el muchacho nacido en Camas está en estos instantes disfrutando de su estancia en la cresta de la ola.

Pero tampoco es menos cierto que quienes nos dedicamos a emitir pareceres estamos obligados a no dejarnos impresionar por intervenciones que suelen adquirir muchísima relevancia por el modo y el tiempo en que suceden y el valor de las mismas. Una realidad admisible y digna de ser detacada. Como también lo es no echar en saco roto las malas actuaciones del jugador que las protagoniza.

Y es ahí donde le toca intervenir al entrenador del Real Madrid. Puesto que éste mejor que nadie sabe que el gol de Ramos al Deportivo de la Coruña sirvió, una vez más, para ocultar, por poco tiempo, los muchos errores cometidos por el equipo en conjunto e individualmente por parte del futbolista que pasa por ser en estos momentos lo más parecido al Gran Capitán. Aquel Gonzalo Fernández de Córdoba que aprovechaba los accidentes para convertirlos en luminarias de las victorias.

A Zidane, que debe estar por encima de las críticas desmedidas y asimismo de los halagos empalagosos, le corresponde evitar que Ramos siga dando tantas facilidades en su demarcación, como central por el lado izquierdo, que son cada vez más y casi todas acaban en goles contra su equipo. Semejantes yerros se van a seguir produciendo a cada paso por razones obvias y que hemos explicado muchas veces. Como difícil será, naturalmente, que Ramos siga rematando faltas y saques de esquina con tanto acierto. En minutos claves y en partidos decisivos.




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