Hay nombres que nada más mencionarse activan la máquina de los recuerdos y aparecen muchos de ellos pidiendo paso aunque hayan transcurrido decenas de años. Es lo que me sucede a mí con el de Wembley. Que así se llama El Estadio de fútbol construido en el mismo lugar que aquel otro tenido por mítico. En el cual los inlgeses lograron ganar su primera y única Copa del Mundo a la selección de Alemania. Hace cincuenta años del hecho.
En esa época -1966-, Londres era la capital de la modernidad y la puso boca abajo Manolo Santana al conquistar el torneo de tenis más prestigiado del mundo: Wimbledon. Y es entonces cuando las mujeres, ante nuestra perplejidad, se van subiendo las faldas hasta llegar a las ingles e iniciar así un tiempo prodigioso de libertad sexual, empujada por la confianza de la píldora anticonceptiva y la certidumbre, generalizada en Occidente, de que la fornicación no tenía por qué ser pecado. ¡Ay, los felices sesenta!
Mucho ha llovido desde entonces. Y a pesar de que la Premier League es un Campeonato extraordinario y del que disfrutamos plenamente los aficionados del mundo entero, la selección inglesa lleva muchos años sin dar la talla. Debido a que sus componentes han carecido de las aptitudes requeridas para representar como merece un país que se entretuvo en inventar un deporte sin par.
Hoy, sin embargo, parecía que los ingleses iban a disfrutar de un cómoda victoria frente a España, después de haber jugado una primera parte sensacional. Basando su juego en el contraataque e imponiendo una velocidad que ha vuelto a poner en evidencia a Busquets. Entre Lallana y Sterling, turnándose en su marcaje y aprovechando la lentiud pasmosa del jugador azulgrana y sus carencias defensivas, dejaron al equipo de Lopetegui sin aire y sin ideas.
Tampoco estuvieron bien ni Thiago, ni Silva, ni Mata, ni Vitolo, ni... ninguno de los jugadores españoles. Quizá una parada de Reina le evita ese cero que todos merecieron en la primera parte del encuentro. Los ingleses marcaron dos goles -el primero de penalti- y pudieron obtener varios más. Menos mal que Lallana se resintió de no sé qué y algo similar le ocurrió a Vardy. Y tales bajas las notó la selección anfitriona.
Los cambios en la segunda fueron llegando por ambos lados y el partido comenzó a decaer. Y, claro, Busquets que no había dado pie con bola en la primera parte acabó siendo un desastre total. Menos mal que la entrada de Aspas, el excelente jugador del Celta, levantó el ánimo de los suyos y poco a poco fue inquietando a sus rivales hasta conseguir un golazo cuando el encuentro estaba dando las boqueadas y los ingleses daban por hecha la victoria. Fue en el minuto ochenta y nueve. Seis minutos después hacía Iscos el gol del empate con habilidad.
Mal España. Muy mal durante muchísimos minutos. Pésimo Busquets. No obstante, en el desbarajuste de los cambios salió ganando España. Ya que los ingleses, entre confiados y desconcertados, cedieron terreno y perdieron disciplina y eficacia. Y les ocurrió lo que suele ocurrir en tales casos: camarón que se duerme.... pues que se les escapó una victoria de esas que dan lustre.
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