Ayer por la noche me fui a la cama sin saber todavía quién ganaría las elecciones presidenciales en los Estados Unidos. Antes vi una tertulia -en la 1 de Televisión- donde todos los analistas de la cosa auguraban la victoria de Hillary Clinton. Y denunciaban, como no podía ser de otra manera, cómo Donald Tramp había hecho una campaña a troche y moche. Esto es, disparatada e inconsideradamente. La cual le había generado una aversión casi generalizada. Aun así, reconocían que el triunfo de la señora Clinton iba a ser por escaso margen.
Antes de conciliar el sueño, y debido a que por la tarde me había entretenido en leer vida y milagros de algunos presidentes estadounidenses, el nombre de Ronald Reagan estaba en el primer anaquel de la alacena de mi memoria. La llegada de RR a la Casa Blanca también generó miedo y desconfianza a raudales. De él se decía, como mal menor, que era tan mal presidente como actor había sido.
A Ronald Regan se le ocurrió venir a España en mayo de 1985 y fue recibido en Madrid cual si fuera Mao Zedong. Abundaron las pancartas de insultos procaces, y hasta de amenazas de muerte al presidente de los Estados Unidos. Campaña amenizada por algunos medios de comunicación que le achacaban ser el causante de todos los males de la época. Lo sucedido se tachó de puro sonrojo.
El Gobierno de RR era conservador a ultranza. Por supuesto que sí. Y así se manifestó en las políticas económicas. Reducción de impuestos para estimular el ahorro, el consumo y la inversión. Para generar mayor crecimiento económico y por lo tanto más empleo y mayores ingresos de los ciudadanos. Aunque semejante política le obligaba a reducir el gasto público (del Estado) O sea, el conocido por Gobierno Grande o Estado del Bienestar.
Pues bien, Ronald Reagan obtuvo logros con sus políticas. Puesto que, llegado el momento de tomar decisiones, no cabe la menor duda de que contaba con técnicos sapientes y conocedores de que la primera exigencia consiste en saber cuáles son los territorios del Estado y cuáles los límites de la sociedad. Conclusión: ni el Estado puede encadenar a una sociedad, ni los individuos o sociedades privadas pueden olvidar sus obligaciones de responsabilidad con todo un pueblo en orden a la prosperidad y a la justicia.
Ronald Reagan coincidió en su tiempo de gobernante con Margaret Thacher; presidenta de Gobierno del Reino Unido, que no necesitaba ponerse máscara de Halloween para hacerse respetar. Y el paso del tiempo nos ha permitido reconocer que ambos gobernantes tuvieron más aciertos que errores a la hora de tomar decisiones que no dejaban de ser drásticas.
En suma, la victoria de Donald Trump no has sorprendido a casi todos. Porque durante su campaña electoral nos ha hecho recordar, muchas veces, al mejor Jesús Gil y Gil. Que era un actor consumado. "Luego ocurre que detrás de las bambalinas, o de los decorados, están personas inteligentes, especializadas en esto o en aquello, y que son los que hacen las reformas o las aportaciones o las leyes". Y se rodean de "cabezas de huevo". Y es que alguien tiene que inspirar y adoctrinar en todo momento a los presidentes, porque de lo contrario estarían perdidos.
En fin: ya verán ustedes como el señor Trump, nada más instalarse en la Casa Blanca, comenzará a dar pruebas evidentes de sensatez y de hacer y decir cosas que suenen bien. Y hasta echaremos de menos al DT que siempre estaba dispuesto a dar la nota. Por asesoramiento, claro está, de lo mismos que lo van a seguir adoctrinando. O sea.
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