Susana Díaz, la presidenta de Andalucía, no se ha parado en barras a la hora de arremeter contra la persona que pronto empezará a ejercer como la más poderosa del mundo. O sea, Donald Trump. Olvidándose de la Base Naval de Rota y de la Aérea en Morón de la Frontera. Y, naturalmente, de los muchos puestos de trabajo que en ellas ocupan los españoles. A propósito: en cuanto menciono la Base Naval de Rota me acuerdo de los cinco años que pasé trabajando en Fleet Wheater Center (Flota Central del Tiempo). Porque fueron tan extraordinarios cual eficaces para mi bolsillo.
Todo ocurrió así: yo acababa de retirarme del fútbol profesional como jugador y me preparaba para obtener los exigidos títulos de entrenador. El poco dinero ahorrado se iba gastando y necesitaba conseguir un trabajo. En ello estaba cuando recibí la llamada de un amigo de la infancia. El cual disfrutaba de un buen empleo en la Base Naval. Manolo Muñoz, a quien nunca dejaré de agradecerle lo que hizo, me dijo que en pocos días se abriría la inscripción para poder participar en un examen a fin de conseguir una plaza de empleado, muy bien remunerada, en Fleet Wheater Center. Y le respondí que me ayudara en lo relacionado con el papeleo.
El problema radicaba en que había que hablar inglés. Y yo no sabía ni papa al respecto. Así, dado que quedaba un mes para pasar la prueba ante el tribunal compuesto por el Capitán de Navío del departamento de Meteorología y la secretaria general, me hice con el Diccionario de uso corriente: Inglés-Español y Español-Inglés. El cual aún obra en mi poder. Y, aunque hinqué los codos, bien es cierto que accedí a la prueba casi huérfano de conocimientos acerca de la lengua de Shekespeare.
Todavía me parece estar viendo el espacio que había delante del edificio de la Central de Meteorología repleto de opositores al empleo. Y todos hacían evidentes demostraciones de chamullar el inglés con una facilidad pasmosa. También pude comprobar que la mayoría procedía de Jerez de la Frontera. Cuando a mí me tocó pasar la prueba ya la habían afrontado casi dos decenas de participantes, Y aún quedaban otros veintitantos.
William Houston se llamaba el Capitán de Navío que estaba sentado a una mesa redonda y a su diestra lo hacía Mrs. Gidora. Secretaria general del Centro. Y me hizo la primera pregunta en inglés, claro está: ¿Por qué quiere usted trabajar con nosotros? Y mi respuesta fue la siguiente: I don't have enough money for live. (Yo no tengo tengo suficiente dinero para vivir) La siguiente pregunta fue para saber lo que yo pensaba sobre los americanos. Y dije que no podía opinar de lo que no conocía.
Tres horas más tarde, espera que se nos antojó eterna a los cuarenta y tantos competidores, salió Mrs Gidora a decirnos el nombre del ganador. Y mencionó mi nombre. Ante mi sorpresa y la de todos aquellos que hablaban muy buen inglés. Pasado un tiempo, y comiendo con la secretaria general en un restaurante céntrico de Rota, quise saber por qué me habían elegido a mí. Y sin perder la sonrisa que le bailaba permanentemente en la comisura de los labios accedió a decirme el motivo. Con su inmaculado español.
-Mira, Manolo, todos o casi todos los examinados, cuando se les preguntó por qué querían trabajar con nosotros, dijeron lo mismo: "Nos gustan muchos los americanos y somos conscientes de que aquí vamos a aprender mucho". El único que se atrevió a decirnos que precisaba el empleo por falta de dinero fuiste tú. Momento en el cual el comandante Houston y yo nos miramos y coincidimos en que la plaza era para ti.
Durantes los cinco años que trabajé solamente con americanos, por ser yo el único español que había en la sede central del tiempo, aprendí cómo era la clase media americana y cómo, a pesar de que tenía bien ganada fama de ser hipócrita, puritana y muy dada a la adulación de los jefes, comprendí que amaban la vida en Europa. Que adoraban la estancia en París. Al cual solían viajar en cuanto sus deberes y su economía se lo permitían. Que decían impropios del general DeGaulle. Y que los hombres perdían la chaveta por las mujeres españolas, debido a que las americanas estaban sobradas de autoridad.
Estoy hablando de 1966. Cuando la guerra de Vietnam causaba muchos muertos y los estadounidenses sufrían lo indecible. Yo conocí, durante cinco años, a muchos militares que regresaban de la guerra y que eran premiados con un destino en Fleet Weather Center; especie de sanatorio para quienes venían deshechos. Algo similar a lo que hicieron los romanos cuando enviaban a los suyos al Lago Proserpina (Mérida). Lugar que yo tanto frecuenté cuando residí en la Augusta Emérita.
En fin, yo no he tenido el gusto de vivir en los Estados Unidos. Pero si he tenido la suerte de trabajar cinco años con civiles - de clase media- y con militares -de toda graduación- en su ambiente. Y me consta que sentían devoción por España. Aunque es bien cierto que París los trastornaba. Así que no creo que haya motivo alguno para dedicarle tantos impropios a Donald Trump. Pues los estadounidenses también son susceptibles.
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