De la soledad de los entrenadores he escrito yo varias veces. Y muchas más la he divulgado cuando ha salido a relucir una situación que llega a ser agobiante para quienes la padecen. Por mucho dinero que ganen los técnicos actualmente y aunque estén amparados por cuatro o cinco ayudantes. Quienes, además de cumplir con las funciones correspondientes a su especialidad, aplican el oído para saber cómo están los ánimos en la plantilla y cuanto se cuece a espaldas del jefe.
Privilegios de los que no gozamos nunca los entrenadores de antaño. Pues el que disponía de un ayudante bien podía darse con un canto en los dientes. Si bien es cierto que la escasez de medios nos aguzaba el entendimiento y éste nos permitía no incurrir en acciones siempre condenadas a terminar en desencuentros. Por ejemplo: yo sigo sin entender por qué esa manía de los técnicos en ofrecer la mano al jugador que ha sido cambiado durante el transcurso del partido.
No tiene sentido esperar al futbolista relevado con la mano extendida para que éste la estreche como síntoma de haber aceptado una sustitución no deseada en la mayoría de las ocasiones. Y que puede provocar tanto el desaire como el mal gesto e incluso palabras ofensivas que nunca serán olvidadas por el técnico. Verbigracia: todavía está reciente la falta de respeto de Cristiano Ronaldo a Zidane en el Estadio de Gran Canaria.
Hay que contar también con que los futbolistas, al margen de su educación, que, lógicamente, difiere mucho de unos a otros, enfilan el camino hacia el banquillo con las pulsaciones muy altas y en un estado emocional que no siempre es el más adecuado para hacer de la prudencia virtud ante el cambio. Y, normalmente, deciden expresar con malos modos su malestar a su entrenador y al mundo entero. Que sepan, vienen a decir, que no estoy de acuerdo con mi entrenador. El cual es un pedazo de mierda.
Así se expresó Graciano Pellé, jugador de la selección italiana, tras ser sustituido por su compañero Immobile en el partido recientemente celebrado frente a España en Turín. Calificar de pedazo de mierda a Gian Piero Ventura, seleccionador, le ha costado al jugador quedarse fuera de la concentración de su equipo y, por tanto, no jugará el próximo encuentro.
Eso sí, antes de despotricar de manera tan lamentable contra el seleccionador, se había negado a estrecharle la mano. Un gesto que debería hacer recapacitar tanto a Ventura como a todos los entrenadores del mundo. Y así llegar a la siguiente conclusión: dejemos de alargar la mano. No hagamos más el canelo. Ni aun cuando los jugadores aceptan salir del campo entre vítores de la multitud.
¡Ah!, el señor Ventura, seleccionador italiano, acertó cambiando al deslenguado Pellé por Immobile. Pues a partir de ese instante Italia fue a más y acabó empatando un partido que tenía perdido.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Comenta mis escritos ,pero desde el respeto.
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.