Ayer decidí sentarme ante la televisión para empaparme de todos los comentarios que precedían al partido Barcelona-Manchester City. Algo raro en mí. Puesto que yo suelo acomodarme en mi sillón de la salita de estar pocos minutos antes de que empiece el espectáculo.
Movistar designó, como no podía ser de otra manera, comentaristas de lujo para darle aún más realce a un acontecimiento deportivo que, según dijeron los eximios glosadores, se trataba del mejor partido que se podía ver actualmente en el mundo. Y a partir de ahí no se cansaron de hacerle el artículo a Pep Guardiola; de quien dijeron que es el inventor de una manera de jugar única e innegociable.
Los excelsos analistas eran tres: Segurola, Valdano y Zubizarreta. Aunque el primero, en esta ocasión, opinaba desde otro habitáculo pero imbuido de las mismas ideas que sus compañeros. Por lo que el trío no dudó en pedir que se le erigiera cuanto antes un monumento a Guardiola en los alrededores del Camp Nou. Lo solicitaron en el preciso momento en el cual yo estaba a punto de abandonar mi palco por estar harto de oír perorar a tales sabios del fútbol acerca de la posesión.
Y es que se habían puesto muy jartibles con el manoseado asunto de la posesión del balón.Que si la posesión del balón para arriba, que si la posesión del balón para abajo, que si la posesión del balón para atrás... Y, naturalmente, los expertos explicadores remataban así la faena de su cansino adoctrinamiento: "Ganará el equipo que sea más fiel al estilo creado por el gran Pep Guardiola.
El estilo creado por PG se fue derrumbando a medida que sus jugadores fueron perdiendo el equilibrio en el césped. Lo cual evidenciaba que el mago de Sampedor está tan obsesionado con la posesión que se olvida de los detalles importantes. Y, claro, tras resbalarse Fernandinho, Messi marcó el primer gol y todo fue ya coser y cantar para el equipo que sigue siendo El ejército de una nación sin Estado (Vázquez Montalbán).
Luego llegó el yerro cometido por Claudio Bravo. Uno más de los muchos que vienen cometiendo los porteros que juegan un fútbol tan moderno. El fútbol que se les exige a unos guardametas que se adornan con los pies como los toreros haciéndoles el teléfono a los cornúpetas. ¡Qué horror!... Semejante desempeño por sistema hará posible que ese modernismo acabe envejeciendo muy pronto.
Cuando Bravo cantó de manera tan desafinada, yo me acordé inmediatamente de Hart: enorme cancerbero, enviado al ostracismo por su entrenador. A partir de ese momento, los comentaristas estrellas comenzaron a poner paños calientes a sus pareceres. A Zubizarreta le tocó decir que lo de Bravo era un error puntual -se dice concreto- y que los porteros de Guardiola tenían que seguir arriesgando por el bien de la posesión. Y a Valdano sólo se le ocurría poner a Stone -defensa del Manchester City- como chupa de dómine.
De haber podido, me habría gustado preguntarle a Zubizarreta si a él, que fue un extraordinario portero, pero muy patoso con los pies, le hubiera gustado hallarse, en su día, en semejante tesitura. Esto es, en la obligación no sólo de tener que parar todo lo parable sino asimismo mostrarse con los pies tan hábil o más que el volante organizador del juego de su equipo.
Concretando: Messi se bastó para ridiculizar la posesión del equipo dirigido por Guardiola. Y lo hizo obteniendo mucha renta -tres goles y servicios varios e importantes- mediante el mínimo esfuerzo. Poniendo, pues, de manifiesto, una vez más, que el sistema de Guardiola, la tan cacareada posesión, no vale nada sin la aportación del argentino.
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