Blog de Manolo de la Torre


Entrenador de fútbol, ha ejercido la profesión 19 temporadas. Escritor en periódicos,
ha publicado una columna diaria, durante dos décadas, en tres periódicos ceutíes.

lunes, 24 de octubre de 2016

Es el momento de Mariano Rajoy

Las mayorías absolutas producen en los gobernantes tal exceso de poderío que hasta les permiten tomar decisiones drásticas con la mejor de sus sonrisas. Incluso suelen dormirse como un bendito y hasta presumen de tener que hacer uso del despertador para desprenderse de los brazos de Morfeo.

Un presidente de Gobierno con mayoría absoluta se reviste de un poder casi omnímodo. Y lo primero que hace es asumir que el poder distancia y el distante no quiere que le molesten. Gobernar así, me decía un político de provincia, te hace sentirte como si fuera Luis XIV de Francia: todopoderoso. Llega un momento en el cual, aun siendo un monterilla como yo, cuando te miras en el espejo te crees el rey del universo.

Lo malo que tiene lo de pasarse a la oposición por la entrepierna, cada dos por tres, es que llega un momento en que tanto dominio de la situación va desembocando en un aburrimiento cada vez menos soportable. Y es entonces cuando comienzas a ignorar que tus adversarios están esperando el momento oportuno para hacerse con la calle y ponerte al borde del disparate.

Mariano Rajoy ha gobernado con mayoría absoluta durante cuatro años. Años convulsos por mor de una crisis económica que se fue ensañando con la clase media y que aumentó el número de pobres de solemnidad hasta extremos insospechados. Y semejante tragedia propició que los ciudadanos salieran a las calles arengados por personajes ávidos de implantar el populismo en una España donde también la corrupción les facilitaba su tarea.

Los dirigentes de Podemos saben que nada tienen que hacer cuando existe un buen gobierno. Al cual se podría comparar como una buena digestión bien regularizada; mientras funciona no la percibimos. Pero también son conscientes de que les ha llegado el momento de hacerse nuevamente con la calle, y los medios, para convencer a las personas de que ellos son los únicos defensores de la gente corriente, contándoles lo que desean oír. Debido a que el Gobierno del PP carecerá del poder absoluto anterior.

Hecho que sumado a la crisis, aún no superada, y a la casos de corrupción sistémica, y a cuantas cosas se le vayan ocurriendo a las huestes de Pablo Iglesias, propiciarán el discurso que tiene como fin predominante agradar o exaltar a la masa, generalmente sin ningún pudor en echar mano de medios ilícitos si el asunto así lo requiriera.

Así pues a Mariano Rajoy le toca, a partir de ahora, dejar atrás los bostezos ininterrumpidos, causados por la indolencia generada gracias al éxito absoluto obtenido en las urnas, y afrontar su mandato con hechos capaces de acallar las voces de quienes se van a instalar en plaza pública y en los medios, tratando de romper España de arriba abajo.

Claro es que se avecina una gran crisis. La descrita por Bertol Brecht: "La que se produce cuando lo viejo no acaba de morir y cuando lo nuevo no acaba de nacer". Y la única forma de combatirla es que el Gobierno tome decisiones rápidas y las más acertadas posibles. El pesimismo se palpa en el ambiente. Porque cuesta trabajo creer que los actores políticos vayan a dar la talla que la situación requiere.

El poder, sin duda, es un gran afrodisiaco. Pero no deja de ser también un explosivo: o se maneja con cuidado, o estalla. Es el momento de Mariano Rajoy.


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