Recién llegado yo a Ceuta había un subdelegado del Gobierno. Se llamaba Fernando Marín López. Con quien nunca tuve la oportunidad de cruzar palabra alguna. Aunque sí conocí a Margarita Souvirón: una secretaria general que estaba buena de la muerte y que acabó frecuentando la tertulia donde se ponía a su jefe como chupa de dómine.
Manolo Peláez fue el primer Delegado del Gobierno de la democracia. Y debo decir que mi amistad con él floreció porque, además de ser un buen tipo, le agradaba sobremanera enrollarse conmigo en cuanto se lo permitían sus deberes. Por más que su guardia pretoriana estuviera todo el día atosigándolo con pamplinas de la calle Real, que diría mi amigo Antonio Rallo.
A partir de ahí fueron desfilando delegados y con todos mantuve relaciones cordiales. Y cierta amistad con Carmen Cerdeira y José Fernández Chacón. De ella, de la Cerdeira, como solían nominarla todos los varones que la miraban con inquina, debido a que les costaba entender que era la Delegada del Gobierno en Ceuta, guardo yo gratos recuerdos. Puesto que jamás me hizo un desaire y, desde luego, nunca torció el gesto ante las críticas recibidas por mí.
Con Fernández Chacón hice buenas migas desde el primer día. Tal vez porque sus asesores supieron en todo momento mediar en nuestro acercamiento y, naturalmente, porque el Delegado del Gobierno sabía de mí desde hacía muchos años. Y era así, porque, como buen aficionado al fútbol, él conocía perfectamente mis andanzas en ese deporte. Aún sigo recibiendo atenciones suyas por medio de amigos comunes.
Mis buenas relaciones con los delegados del Gobierno se rompieron con el nombramiento de Francisco Antonio González. Pues nunca nos caímos bien. Y es que nuestro desencuentro se había producido en los tiempos de Maricastaña y desde entonces nos costaba lo indecible el mero hecho de soportarnos. Lo cual nunca fue impedimento para que yo le reconociera su estoicismo ante lo inevitable y su valor sereno para querer estar siempre en su puesto de mando.
Ni siquiera Francisco Verdú -jefe de Gabinete de la Delegación-, excelente persona y magnífico funcionario, logró atenuar esa antipatía recíproca que nos profesábamos Pacoantonio y servidor. Por cierto, quedo enterado de que FV será sustituido en su cargo por Manolo Coronado. Con quien mantuve, hace nada, una charla interesante en plena calle. A Manolo lo conozco yo desde hace más de tres decenios. Y nunca hemos tenido inconveniente alguno en decirnos las cosas a cara descubierta.
Por consiguiente, además de darle la enhorabuena por su nuevo destino, espero que no cambie su forma de ser. La que, indudablemente, redundará en benefico de Nicolás Fernández Cucurull; Delegado del Gobierno de una Ciudad en la que es conveniente,. por encima de muchas otras cosas, tener asesores capaces de abandonar el despacho para estar más al tanto de los hechos diarios. Y, como no podía ser de otra manera, con el fin de acercar posturas y nunca dividir por sistema. Tarea nunca fácil pero necesaria a todos luces.
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