En esta España nuestra es muy difícil que nos libremos, hasta no se sabe cuándo, de las denominaciones políticas izquierda y derecha. En el pasado hubo una tercera opción que fue el de arreglar las cosas mediante un término medio que fue el centrismo y que nunca tuvo porvenir. Porque el centrismo no es ni una cosa ni otra, y nuestra gente quiere saber siempre a qué carta atenerse. De ahí que Ciudadanos vaya cediendo en ese empuje inicial que tuvo. Pues no olvidemos que todo lo naciente, por el mero hecho de serlo, cautiva.
C's, la verdad sea dicha, ha tratado por todos los medios de ejercer su centrismo como mandan los cánones: intentanto suprimir los excesos o radicalismos de populares y socialistas y poniendo de manifiesto sus posturas contrarias a Podemos; sobre todo manteniéndose firme y aguerrido contra los nacionalismos separatistas y, cómo no, fustigando a los corruptos. No obstante, si hubiera unas terceras elecciones, mucho me temo que sus resultados en las urnas serían calamitosos.
Así, no hace ninguna falta ser politólogo, o cosa que se le parezca, para asegurar que Albert Rivera ha recibido un soplo de aire fresco al ver cómo Felipe González, que tanto había venido preconizando ser solamente un jarrón chino, decidió, al fin, convertirse con su autoridad de gurú, en instigador de la guerra fratricida que está viviendo un partido más que centenario y cuya estabilidad es muy importante para la sociedad española. Ya que sin Sánchez los socialistas se abstendrían en la investidura de Mariano Rajoy. Y miel sobre hojuelas.
Aunque dada la resistencia que viene oponiendo Pedro Sánchez, convencido de que es aún secretario general del partido, se me antoja que la batalla será cruenta y que puede pasar de todo. Una batalla que puede acabar en una escisión tan grave como dolorosa. Y, por supuesto, el hundimiento de los socialistas, caso de producirse, sería una pérdida irreparable. Porque la gobernabilidad sin los socialistas sería aún más azarosa y más inestable cuando se reúnen muchos diferentes para gobernar o para distribuirse la tarta. Podemos, por ejemplo, se atribuiría toda la representatividad de la izquierda y, entonces, bien nos podíamos dar por... aviado.
Lamentable situación, más bien trágica, la que está viviendo el Partido Socialista Obrero Español y que nos permite ver, entre otras cosas, el valor de Pedro Sánchez. Un valor desmedido y al que sus rivales motejan de locura. Y que podría ser motivo para que sus compañeros (!) aconsejaran, en cualquier momento, su internamiento por haber perdido la chaveta. Cosas peores hemos visto por aversiones entre políticos pertenecientes al mismo partido. Un partido en el cual sus críticos, esto es, los enemigos de PS, no han logrado todavía que éste acceda a ser un hombre de paja de Susana Díaz y sus corifeos. Que son muchos más que los existentes en otros territorios regionales.
Ahora bien, en las actuales circunstancias que se viven en España, el secretario general de los socialistas, debería ser un hombre con cualidades de zorro y que no descollase demasiado. Y Pedro Sánchez, a qué engañarnos, no es un zorro y ademas ha descollado demasiado en sus enfrentamientos con Mariano Rajoy. Los odios africanos suelen ser tan dañinos como capaces de echar abajo torres muy altas. Aun así, el secretario general de los socialistas está dando una lección de estoicismo. Es evidente su capacidad para soportar contrariedades. Y su no rotundo a abstenerse, bien visto, no deja ser una respuesta espartana por lacónica.
Mientras tanto, no hay telediario ni programa preparado al efecto que no saquen a Felipe González en Chile, dándose pote, de manera sibilina y desparramando la vista, de haber contribuido a la debacle que se está produciendo en su partido. Una acción que seguramente lo mantendrá tan joven y exultante como Dorian Gray. Personaje principal y narcisista de la obra escrita por Óscar Wilde. Todo un cuento tragicómico.
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