Don José Ortega y Gasset pensaba que la dificultad para hacer de España una nación radicaba en su extremo localismo, el cual la mantenía en perfecta disociación. Y a continuación expresaba el siguiente deseo: Que España fuera algo así como una bola de billar: perfecta, redonda, pulida, capaz de vibrar y brincar ágil a la menor presión.
Ochenta años han transcurrido desde que el filósofo y ensayista se expresara así. Y todavía hay rufianes empeñados en llevarle la contraria. Ayer lo pudimos comprobrar en el Congreso de los Diputados. Y así nos va... con el portavoz de Esquerra Republicana. Repleto de locuacidad demagógica y dándose pote de ser un portentoso político ¡Miau!
Cierto es que tampoco ayuda a mantener el orden quien trata de apagar el fuego con gasolina. Tarea difícil que le correspondió a Rafael Hernando, portavoz del PP. A quien le convendría saber que una cosa es rebatir con brío las críticas recibidas y otra pavonearse de lo bien que maneja el lenguaje violento. Y, mucho menos, en la situación en la que se halla su presidente en funciones.
Por cierto, hablando del todavía presidente en funciones, sigo manteniendo que éste alcanzó su plenitud parlamentaria en la sesión de investidura del jueves. Ese día sacó a relucir su flema y porte de político inglés. La verdad es que Mariano Rajoy estuvo brillante. Eligiendo lo mejor de su repertorio; ora la burla fina, ora el sarcasmo, ora la socarronería... Retórica que le viene como anillo al dedo a sus tiques y expresiones faciales.
A los ricos no se les castiga, ¿eh? Más o menos fue lo que le dijo MR a Pablo Iglesias en una de sus réplicas. Es decir, a quienes quieren invertir su dinero hay que allanarles el camino. Pues bien, de ese parecer es también Albert Rivera. Del cual aún no había dicho ni pío. Y ya va siendo hora de que me refiera a él.
En vista de que formar Gobierno parece misión imposible. Y ello nos aboca a tener que afrontar unas terceras elecciones, que tampoco nos aseguran remedio para nuestros males, por qué no recurrir al arbitraje autoritario, mediante las leyes establecidadas, de un tirano -no se me asusten por la palabra- hasta que la razón prevalezca entre los partidos políticos.
Albert Rivera, acompañado de un equipo compuesto por especialistas en todos los ministerios, sería la persona adecuada para acceder a este menester transitorio. Y hasta el Rey brincaría de alegría. He aquí una solución de los tiempos de Maricastaña.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Comenta mis escritos ,pero desde el respeto.
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.