Leo el siguiente titular en un periódico: "La Ciudad exige a la Federación de Fútbol que no trate a los Mena como al Real Madrid o el Barça". Y, tras dar un brinco por la impresión que me causa el epígrafe de la noticia, lo primero que hago es tratar de ponerme en contacto con Antonio García Gaona para que me explique qué relaciones tiene el organismo que él preside con los dos clubes más importantes de España y posiblemente del mundo. Pero el presidente tiene el móvil en Babia y, por tanto, me resulta imposible hablar con él.
Procurar que el idioma mantenga una cierta estabilidad es indispensable para entenderse. Lo cual no deja de ser un empeño por el que vale la pena hacer algo. En este caso, de haber comprendido yo el titular ya reseñado, no me habría partido de ligero para tratar de comunicarme con el hombre que yo entendí podría estar echándole un pulso a Florentino Pérez y a José María Bertomeu, sino que habría seguido leyendo.
Aparte de la anécdota, los Mena -no hace falta ahondar en el asunto- son menores extranjeros acogidos en un centro de la ciudad y creo que tienen todo el derecho del mundo a jugar; ya sea al fútbol o a las canicas. Otra cosa es que le Federación de Fútbol de Ceuta esté sometida, en el caso que nos ocupa, a lo que dicte la FEEF. Así que bien haría Antonio García Gaona en intentar solucionar el problema.
Así que la propuesta de Caballas al gobierno de la Ciudad, y sobre todo del señor Aróstegui, me parece acertada.Y además me ha permitido recordar un pasaje de mi vida comprendido entre 1987-1990. Por entonces, yo era director de una Escuela de Fútbol perteneciente al llamado Instituto Municipal de Deportes; asímismo era asesor del organismo deportivo con derecho a informar a Fructuoso Miaja, alcalde, a través del director gerente de Procesa, de cuanto aconteciera en ciertas parcelas deportivas.
Pues bien, se construyeron los campos de fútbol en unos terrenos del Paseo de la Marina -gracias a Juan Vega- y se invirtió dinero en equipar a muchísimos chavales de cualquier raza, color, clase o condición religiosa. Los cuales acudieron felices y gozosos a la llamada de un proyecto que se había convertido en una realidad extraordinaria para todos los niños residentes en esta tierra.
Todavía me parece estar viendo la enorme alegría que irradiaba el rostro de Antonio Tirado Antonati cuando, junto a mí, veía llegar a los chavales vestidos impecablemente para practicar el deporte rey. Deporte que los chiflaba y los tenía muchas horas deseosos de aprender y soñando con llegar a ser futbolistas de tronío.
Aquel espectáculo, al cual se apuntaron muchos niños de religión musulmana, fue desdeñado por un partido donde Juan Luis Aróstegui llevaba la voz cantante. La respuesta que yo recibí en su momento, por parte de quien estaba obligado a dármela, fue la siguiente: "No es conveniente, según ciertos políticos, que haya tantos alumnos procedentes de la periferia. No creo que deba decir más al respecto.
Luego, dado que no había razón alguna para cometer semejante desatino, se me dijo que en esos terrenos iba a construirse el Parque Marítimo del Mediterráneo. Una mentira como una catedral. Eso sí, a pesar de que me ofrecieron otro cargo, yo no dudé en abandonar mi empleo inmediatamente. Un empleo que estaba muy bien remunerado.
Por lo tanto, yo me alegro de que Juan Luis Aróstegui, con el paso de los años, piense de manera bien distinta. Prueba de ello es que ahora defiende lo que antes no consideraba oportuno. Nunca es tarde para que haya comprendido que los niños de toda clase, raza y condición religiosa deben jugar al fútbol. En Ceuta y en cualquier sitio del mundo mundial.
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