Hay que conocer al león

Alguien me dice que lo primordial  en esta ciudad es hacer todo lo posible porque Juan Vivas deje ya de ser su alcalde. Debido a que los muchos años que lleva en el cargo le han hecho creerse que su poder es omnímodo. Mi silencio dura lo suficiente como para que mi interlocutor decida apremiarme para que le conteste. Y lo hace con cierta guasa: "Manolo, creo que los años te están afectando mucho a los oídos".

-Llevas razón -le digo-. Es la ventaja de los años, que en mi caso son muchos, que tambien al final sabes jugar las cartas que te han servido. Y te recuerdo, además, por si te vale de algo, que para escapar del león hay que conocer al león, y el león al cual te has referido es rápido y fuerte. Si lo sabré yo.

-Eso se llama jindama, querido Manolo. Y me extraña. Porque tú nunca te has distinguido precisamente por carecer del suficiente valor sereno para afrontar muchas adversidades.

Cierto -le respondo-. Aunque siempre tuve la mala suerte de quedarme solo ante la que yo considero un peligro de mucho cuidado: la endogamia ceutí. Ahora bien, me vas a permitir que te cuente algo acerca de Juan Vivas. El poder en su más estricto sentido. Vivas ya no es aquel treintañero tímido y conspiratorio que estaba al frente de la Agrupación Deportiva Ceuta y poco después manejaba asuntos de suma importancia desde el despacho principal de PROCESA y con quien yo hablaba mucho de fútbol en los años ochenta.

Ahora, por si tú lo has olvidado, es alcalde de Ceuta y personaje muy apreciado entre los genoveses principales de su partido. Y esto se nota. Y tanto... Porque evidencia que es un ser consagrado mientras ocupe el cargo y disponga de poder suficiente como para ser capaz de perforar el hierro con una simple mirada.

-Al grano, Manolo...

Bueno, si tú lo deseas haré de pitoniso: Juan Vivas permanecerá en el cargo hasta que decida no ser candidato a la alcaldía. Decisión que tomará él. No te quepa la menor duda. Y me explico: cualquier sexagenario que pierda el poder político que pueda atesorar, y en este caso es mucho, queda sometido a los vaivenes de los pensamientos atentatorios contra el entusiasmo y, por supuesto, contra la costumbre de vivir. Y tengo la certeza de que nuestro alcalde es consciente de tales consecuencias.